sábado, 20 de junio de 2015

Existence: Capítulo Seis (Parte 2)

—¡Vamos Piratas! —Candela alentó fuerte desde su asiento a mi lado.

Estábamos ganando por dos puntos y la multitud empezó a gritar alegre. Solo cuatro minutos quedaban en el juego y no había visto a Peter por ningún lado. Aparentemente, María no lo había visto tampoco porque la observé en el campo de fútbol, animando. Ella se mantenía observando la multitud en busca de él. Sus razones de querer verlo eran completamente diferentes a las mías, por supuesto. Sin mencionar el hecho que las suyas ni siquiera eran tan importantes. Con cada mueca de su cara, sabía que ella no veía al elusivo Peter Lanzani. Necesitaba encontrarlo antes que terminara el juego. Salir con Pablo después para celebrar la victoria sería aplacado por las preguntas sin responder en mi cabeza. 

—¿Podrías dejar de mirar a la multitud buscando a la estrella de rock y ver a tu novio? —siseó Candela en mi oreja. Debí saber que ella me descubriría. 

Fruncí el ceño.

—No estoy buscando a la estrella de rock. El fútbol solo me aburre.

Candela rió y rodó sus ojos.

—Solo tú saldrías con el chico caliente deportista y luego admitir que estás aburrida del fútbol.

Me encogí de hombros y luego volteé mi atención hacia la acción en el campo. En el momento en que mis ojos cayeron hacia María, vi su rostro iluminado mientras se enfocaba en alguien por lo bajo de las gradas. No podía verlo desde donde estaba sentada, pero supe que había llegado. Esa sería la única razón por la que María habría cambiado su expresión enojada por una de puro deleite. Miré hacia Candela y Gastón que estaban observando el partido. La expresión de María no era algo a lo que ellos estuvieran prestando atención.

Alcancé mi cartera.

—Voy por una bebida, ¿quieren una? —pregunté, esperando que dijeran que no. No quería tener que apresurarme. Necesitaba estar a solas con Peter y obtener algunas respuestas.

Candela me miró mientras me ponía de pie y sacudió su cabeza.

—No, el partido ya casi termina y vamos a ir al Grill a celebrar. Podemos comprar bebidas ahí.

Deslicé mi cartera en mi hombro. 

—Estoy sedienta ahora. Los encontraré en el campo cuando esto termine. 

Candela miró a mí alrededor y hacia la multitud. No tenía que preguntar para saber que ella estaba buscando a Peter. Por suerte, él no estaba a la vista de ella. 

Candela regresó su mirada y se encogió de hombros.

—De acuerdo.

Me volteé y me alejé rápidamente antes que ella note a Peter o decida que quería algo del puesto de comidas.

Peter estaba de pie con sus brazos cruzados, viéndose aburrido mientras miraba el partido en el campo. Sus ojos encontraron los míos en el momento en que di vuelta a la esquina. Una pequeña sonrisa tocó sus labios. No tenía tiempo para lidiar con sus comentarios inteligentes sobre mí viniendo a encontrarlo.

—Necesito hablar contigo a solas, ahora —dije con un susurro mientras me cruzaba con él y caminaba hacia el estacionamiento. 

No me di la vuelta para ver si me estaba siguiendo. Podía sentir su presencia. Una vez que supe que estábamos fuera de la vista de todos los demás, me di la vuelta y lo enfrenté.

—¿Quién es ella? —demandé.

Peter frunció el ceño.

—Sé más específica, por favor.

Suspiré y cerré mis ojos contra la distracción que sus ojos siempre presentaban. Verlo a la luz de la luna hizo que me fuera difícil concentrarme. 

—El alma que vino a mi casa y me tocó y me habló. Ella me dijo que era «con intención» dos veces. 

Peter se tensó y se acercó a mí.

—¿Qué? —preguntó con sorpresa con tensión en su voz.

Podía decir que estaba intentando controlar su temperamento, es solo que no sabía por qué estaba enojado. Asentí, observándolo de cerca. Caminó más hacia la oscuridad y luego alzó su mirada enojada hacia el cielo.

—No jodas conmigo —dijo en voz alta, con una voz dura y fría. 

Retrocedí, insegura de a qué o a quién le estaba gritando. Estaba de espaldas a mí, tomando profundos respiros y esperé, deseando no haberlo traído aquí en la oscuridad, a solas. Se volteó lentamente, e incluso en la oscuridad, podía ver claramente sus ojos verdes. Me recordaban de zafiros brillantes reflejando rayos del sol.

—Voy a estar observando.

Su voz sonó mucho más profunda esta vez. Retrocedí un paso, aterrada por el repentino brillo en sus ojos y el gruñido que pude escuchar venir desde lo profundo de su pecho.

—Si ella se te acerca o cualquier otra…alma…se acerca a ti y te habla de nuevo, entonces adviérteles que vas a decírmelo. ¿Entiendes? 

Estaba asustada. No de Peter, sino de…algo.

—¿Quién es ella? —pregunté de nuevo.

Una mirada de tortura vino hacia su rostro antes de voltear su cara de mí.

—Alguien que ha venido a corregir un error.

Me acerqué a él, necesitando saber más, pero él sacudió su cabeza en protesta y luego se fue. Estaba a solas en el estacionamiento. Con los últimos hechos, no me gustaba estar aquí a solas. Aunque sabía que Peter estaba lo suficientemente cerca que vendría si lo llamara. Aclamaciones se escucharon del campo, señalando que el partido había terminado. Mis preguntas aún estaban sin responder. Frustrada con Peter y su determinación a permanecer evasivo aunque él parecía ser la causa de mi malograda vida en el momento, regresé rápidamente al estadio. El campo estaba lleno de piratas que celebraban mientras yo caminaba entre la multitud de estudiantes y padres. Empecé a buscar a Candela y Gastón. Una risa familiar atrapó mi atención y me volteé para ver a Mará con sus manos en el pecho de Peter mientras él la miraba con una sonrisa en su rostro. Me congelé. 

Se veía despreocupado y complacido por la tención de la porrista rubia, cuando momentos atrás había estado maldiciendo al cielo y diciéndome que amenace a cualquier alma hablante con la que tenga contacto. La urgencia de caminar hacia María y jalarla del cabello hasta que esté a diez pasos lejos de Peter era difícil de resistir. Sus ojos se alzaron de María y encontraron los míos. Asintió como si fuera a decir hola antes de mirar abajo a la chica de sus brazos. Tragué la sensación de traición y aparté mis ojos de los dos. Peter no me pertenecía así que de hecho no me estaba traicionando. Ese recuerdo no me hizo sentir mejor. Por momentos, parecía que Peter Lanzani y el alma que conocía eran cosas completamente diferentes. Confiaba en el alma. Peter Lanzani me confundía.

—¡Lali! —La voz de Candela cortó a través de las voces que festejaban. Me volteé, insegura de poderla enfrentar ahora. Miré de nuevo al estacionamiento, pensando en una forma de poder escapar. Pero mi casa ya no parecía ser segura. La hermosa alma rubia me asustaba—. ¿Lali? —Candela llamó de nuevo y volteé mi atención de nuevo a la multitud, sabiendo que debía ir hacia ella. Pablo me estaría esperando. Sin embargo, la yo que obtendría no era la que él merecía. No estaba celebrando la victoria. En cambio, estaba aterrada de lo desconocido.

—Ve con ellos. Estoy aquí. Estás a salvo —la voz de Peter vino fuerte y clara sobre las voces excitadas de la multitud. Justo como antes, nadie más pareció escucharlo. Busqué entre los rostros alrededor.

—¡Dios, Lali, estás sorda! ¿En dónde has estado? Vamos.

Candela cogió mi brazo y empezó a jalarme de nuevo a través de la multitud victoriosa. La dejé jalarme y me forcé a mí misma sonreír. Pablo esperaría eso. Candela y Gastón también. Iba a terminar siendo diagnosticada como loca si no me componía.

—¡Ahí está! —Candela gritó de nuevo hacia mí mientras me jalaba hacia Pablo.

Pablo acababa de salir de los baños, frescamente cambiado en un par de vaqueros y una camisa limpia. Tomé un respiro profundo y coloqué una sonrisa en mi rostro. Él miró hacia mi camino y lo saludé con la mano. Una sonrisa enorme rompió su rostro y corrió hacia mí. Antes de saber, me estaba jalando contra su pecho. No tuve tiempo para prepararme a mí misma con sus labios cubriendo los míos. Sus brazos a mí alrededor eran gentiles por mis costillas aún sanándose. Me recordó la calidez y la seguridad. Corrí mis manos por su pecho, esperando sostenerme en él un poco más tiempo y pretender que realmente estaba a salvo. Sus manos se deslizaron en mi cabello e incliné mi cabeza hacia atrás mientras él profundizaba el beso. Me hundí en él. Necesitaba este sentido de normalidad. Este sentido falso de seguridad. Pablo era real y representaba todas las cosas seguras. Necesitaba esa conexión al mundo. Necesitaba lo que él ofrecía ahora mismo. Sin embargo, bailando peligrosamente en la parte trasera de mi mente, había pensamientos de otra boca, que parecía mover las cosas más salvajemente dentro de mí. Un ansia que representaba todas las cosas que temía. Cerré mis ojos con fuerza, intentando luchar contra el deseo de tener los brazos de Peter apretándome cerca, sus labios perfectamente esculpidos contra los míos. Esto era seguridad. Pablo era saludable para mí.

Rompió el beso y se apartó solo un poco y su respiración, me di cuenta, era jadeante, a diferencia de la mía. Parecía mareado. 

—Eso es exactamente lo que necesitaba —dijo sin aliento. La familiar culpa con la que había estado lidiando desde que Peter se había insertado debajo de mi piel, me recordó que esta era la elección correcta.

—De acuerdo, ustedes dos necesitan una maldita habitación o ir por aire así podemos ir por comida. Me estoy muriendo de hambre —la voz de Gastón rompió en el pequeño mundo en el que habíamos estado perdidos entre la multitud.

Pablo me guiñó el ojo y deslizó un brazo alrededor de mi hombro.

—Vayamos a comer —dijo, sonriendo como un niño que acababa de recibir un caramelo.

Me apreté a él por lo que él representaba en mi vida, no porque lo deseaba, pero empujé eso fuera de mi mente. Pensar en eso solo empeoraba la culpa.

****

—Después del juego de esta noche, no veo cómo los scouts pueden mantenerse alejados —dijo Gastón, sonriendo a través de la cabina de Pablo y yo.

Pablo rió.

—Un juego no traerá abajo a los scouts universitarios, ya sabes eso.

Gastón alzó una papita fría hacia su boca.

—Un par más como ese y descenderán —dijo, seguro de sí mismo.

El pulgar de Pablo acarició mi mano. Había empezado a sostener mi mano en cualquier momento que estuviéramos juntos. Era dulce.

—Oh, dios, ¿tenían que venir aquí? Quiero decir, realmente, ¿por qué no solo se lleva a la chica a un hotel y nos deja comer en paz? —dijo Candela, con una voz enojada mientras lanzaba una mirada conocedora.

Miré para ver a Peter entrar con una estúpida María a su lado. Alcancé mi gaseosa y decidí estudiar las tarjetas de negocio colocadas debajo de los plásticos de vasos que estaban encima de la mesa.

—Creo que la única manera en que ella se puede acercar más a él es si envuelve sus piernas alrededor y él es forzado a cargarla —dijo Candela con un tono de disgusto.

Gastón rió.

—De acuerdo, Cande, deja a la pobre chica en paz. Parece como si la estrella de rock tuviera sus manos completas con mantenerla controlada. Él no necesita que tú hagas esos comentarios. —Candela rió y se inclinó hacia él, recostando su cabeza en su hombro.

—¿Controlada? Me gusta esa. Desearía haber pensado en eso.

Gastón sacudió su cabeza mientras colocaba otra papita frita en su boca sonriente.

Pablo suspiró.

—Ella tiene problemas que la hacen actuar así.

Alcé la mirada hacia él y me di cuenta que parecía más preocupado que sorprendido.

Candela rodó sus ojos.

—Tú debes saber. Saliste con ella como por tres años.

Pablo bajó la mirada hacia mí.

—Sí, lo hice, pero solo porque la única chica que realmente quería parecía odiarme completamente.

Sonreí y apreté su mano.

—Fui estúpida.

Era cierto. Conocer a Pablo me había enseñado que juzgar a otros no solo estaba mal, sino que causaba que te pierdas amistades con personas especiales. 

Sus ojos se pusieron serios y se inclinó hacia abajo, deteniéndose justo cuando sus labios tocaron los míos.

—Eres brillante. Tal vez un poco lenta con lo actual, pero sin duda brillante.

Sus labios tocaron los míos gentilmente. De nuevo, me sentí segura. Un profundo gruñido me asustó y retrocedí, alzando la mirada hacia Pablo para ver si él estaba gruñendo. El ceño confundido en su rostro me dijo que no había sido él. Su pulgar acarició mi labio inferior y el gruñido empezó de nuevo. Definitivamente no era Pablo haciendo sonidos de animal.

—¿Estás bien? —preguntó suavemente.

—Lo siento, pensé que dijiste algo —expliqué, forzando una sonrisa.

Él sonrió y dejó caer su mano de mi rostro. El gruñido se calmó y miré alrededor de la habitación. Peter estaba sentado en una esquina al lado de María, que parecía estar hablando emocionada con otra porrista a su lado. Sus ojos oscuros me observaban con un brillo posesivo. Había sido él. Él había gruñido. ¿Cómo estaba haciendo eso? Podía sentir a Candela observándome y no quería que me haga más preguntas. Regresé a mi comida y forcé una papita frita en mi boca. Pablo y Gastón continuaron hablando del partido, así que tuve tiempo de enfocarme de nuevo en mis amigos y lejos de Peter. Pablo se inclinó contra la cabina y soltó mi mano, deslizándola detrás de mis hombros y luego gentilmente me jaló contra él.

Candela sonrió.

—¿Así que, cuándo vamos a ir a escoger nuestros vestidos para el Baile de Bienvenida? —me preguntó.

Le fruncí el ceño. Pablo y yo no habíamos hablado de ello. Estábamos saliendo exclusivamente, pero él no me había dicho nada sobre llevarme al baile. Yo ya había decidido quedarme en casa y ver películas viejas y comer palomitas de maíz esa noche. Candela cambió su mirada desde mí hacia Pablo unas cuantas veces, como si estuviera midiendo la situación.

—¿Le pediste, verdad? —le preguntó con un tono enojado.

Pablo volteó su cabeza y bajó la mirada hacia mí.

—Solo asumí que estaba entendido. ¿Se supone que tenía que pedirle? 

La ceja preocupada en su rostro era adorable. Le sonreí, esperando asegurarle. No me gustaba ponerlo triste. Él se veía tan emocionalmente tierno.

—Pablo, tú siempre debes invitar a una chica a un baile. Asumir es una cosa mala —el tono correctivo de Candela me hizo reír.

El fruncido de Pablo se calmó y deslizó un dedo debajo de mi mentón y gentilmente acarició la línea de mi mentón con la huella de su pulgar.

—Lali, ¿me harías el honor de ser mi cita en el Baile de Bienvenida? El prospecto de no ser capaz de sostenerte en mis brazos toda la noche es angustioso.

Candela suspiró al otro lado de la mesa. 

—De acuerdo, eso fue hermoso. ¿Por qué no me lo pediste así? —le preguntó a Gastón.

Gastón le lanzó a Pablo un fruncido enojado. 

—Gracias amigo. La próxima vez que decidas romper tu lado romántico, ¿podrías hacerlo a solas?

Reí y Pablo continuó mirándome. Asentí y él se inclinó para besarme. Mentalmente me preparé a mí misma para el gruñido y en el momento en que lo escuché, bajo y enojado en mis oídos, sonreí.

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