domingo, 28 de junio de 2015

Existence: Capítulo Nueve

—¡No se ve nada como nuestro gimnasio! ¡Ay! ¿Qué tan fantasioso se ve este lugar? —Candela se volteó para sonreírnos, extremadamente satisfecha con las decoraciones en el gimnasio. Tenía razón. Habían hecho un trabajo excelente en el gimnasio, convirtiéndolo en una noche oceánica.

—Es impresionante —acordé mientras el brazo de Pablo me jalaba más cerca de él.

—¿Te gustaría bailar? —preguntó mientras la música cambiaba de una canción lenta a una de Lady Gaga, Just Dance.

Sacudí mi cabeza y miré hacia las mesas.

—¿Podemos sentarnos en esta? No estoy segura que mi costilla esté lista para esta clase de movimiento.

Me llevó hacia las mesas mientras Candela cogía a Gastón y lo empujaba hacia la pista de baile. Reí ante la expresión de dolor de Gastón y me volteé para decirle algo a Pablo cuando me di cuenta que su atención estaba enfocada en la entrada. Su ceño estaba fruncido. Peter acababa de entrar, viéndose increíble con vaqueros, una camisa negra y botas. Me tomó un momento apartar mis ojos de él para notar que María estaba pegada a su lado. Se había derretido en el vestido rojo que llevaba puesto. Eso o realmente no era u vestido si no algo que había pintado en su cuerpo. Los celos surgieron en mi pecho al ver el brazo de Peter alrededor de su cintura. Volví la mirada a Pablo quién aún estaba mirando a la pareja con disgusto.

—¿Estás bien? —pregunté y él apartó su mirada de María y Peter.

Asintió, se detuvo y me estudió por un momento.

—Llevas algunas clases con Peter y les has hablado unas cuantas veces, ¿verdad? 

Asentí, insegura de hacia dónde estaba yendo así que esperé por más.

—Algo sobre él me preocupa. María tiene algunos problemas que la hacen inestable y estoy empezando a preocuparme de que Peter no sea la clase de chico que ella necesite. Parece oscuro y siniestro.

Mis celos fueron olvidados y rápidamente fueron reemplazados por enojo. ¿Pablo pensaba que Peter no era suficientemente bueno para María, la perra del barrio? Logré aguantar una explosión de risa de enojo y miré hacia la pista de baile, deseando de algún modo poder escapar. Necesitaba calmarme.

—¿Qué? Te ves enojada. No me malinterpretes, no me gusta María, Lali. No se trata de eso. —Buscó mi otro brazo y me jaló para enfrentarlo. Su anterior expresión de hostilidad hacia Peter se había desvanecido. Ahora estaba preocupado y por primera vez, no me importó calmar su preocupación—. Mírame. No la quiero. Tú eres todo lo que quiero. Te amo Lali. No es así con María. Solo no quiero que la lastimen. Ella tiene…

—Problemas, sí, te escuché —dije, cortándolo antes que me olvidé de mí misma y haga una escena—. Tomé una profunda respiración para recordarme a mí misma que estaba tomando esto personalmente por mis sentimientos hacia Peter. —Mira, si Peter Lanzani tiene algún interés en María, entonces ella debería de sentirse afortunada. Por lo que sé de él, es inteligente, honesto, talentoso y compasivo.

Miré a Pablo que parecía estar tomando mis palabras. Quería decir más y continuar defendiendo a Peter pero supe que había dicho suficiente.

—Necesito algo de tomar. Volveré enseguida —dije, antes de voltearme y alejarme. 

Fue abrupto, pero necesitaba poner un poco de espacio entre mi enojo y Pablo. Candela me saludó mientras pasaba por dónde estaba ella con Gastón bailando. Forcé una sonrisa pero seguí caminando. El vestido rojo apretado de María atrapó mi vista y me volteé para verla envuelta alrededor de Peter, riendo y bailando de tal forma que tendría a varios haciendo cola detrás de ella. Celos retorcieron mi estómago ante la manera en que Peter la sostenía y la tocaba de formas que él nunca me había tocado. No me dirigí hacia la mesa de bebidas. En lugar de eso, me dirigí hacia las puertas traseras. Necesitaba alejarme de Peter y Pablo. Me detuve en la puerta. Estar a solas en la oscuridad tal vez no sería una tan buena idea. La risa de María sonó en mis oídos y decidí que, ahora mismo, prefería enfrentar el alma escalofriante que observar a Peter sosteniendo a María.

La briza de la noche había enfriado en las últimas par de semanas. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura y caminé hacia el campo desierto de fútbol. Las emociones dentro de mí me dieron una sensación de valentía. Seguí caminando, lejos de la música y las risas. Pensé de nuevo en el último verano en el rancho de mi abuela y lo fácil que habían sido las cosas. Había pasado mi tiempo cabalgando caballos y ayudando a mi tía a lidiar con la muerte de mi tío. Mamá había sugerido que la vaya a visitar así no estaría sola. Acordé de ir, pensando que estar lejos de este pueblo y mis recuerdos con Benjamín ayudarían. Lo habían hecho, de algún modo. Después de unas cuantas semanas, me había dado cuenta que Benjamín y yo éramos el uno para el otro. Otra cosa buena sobre estar en el rancho había sido que las almas que deambulaban parecían haberse esparcido ahí. Había sido un breve descanso de mi vida. Sin embargo, las últimas semanas del verano, había estado esperando regresar a casa. Volví la mirada hacia el gimnasio y pensé en lo locas que se habían vuelto las cosas desde mi regreso.

—¿Por qué no estás adentro bailando con tu cita? —La voz de Peter rompió el silencio y me volteé para verlo inclinado contra la pared de cemento del estadio. 

Me encogí de hombros y bajé mi cabeza como si estudiara mis pies. No quería que vea la herida por celos en mis ojos. Era lo suficientemente malo que probablemente él ya lo supiera.

—Se ve más que tonto sentado en la mesa completamente a solas —dijo Peter silenciosamente. 

Un destello profundo de culpa en mi estómago no fue suficiente para enviarme de vuelta adentro. Me encogí de hombros de nuevo y no encontré su mirada. Se rió y ese sonido bajo y sexy envió un estremecimiento por mi cuerpo.

—¿Así que has decidido intentar la cosa de ignorar, para ver si me voy? —preguntó con un toque de humor en su voz.

Mordí mi labio para evitar sonreír y sacudí mi cabeza en negación.

—Sé que eso no funciona contigo.

—¿Por qué estás aquí afuera, Lali? ¿Qué sucede? —preguntó silenciosamente.

A regañadientes alcé la mirada hacia él. Era tan increíblemente hermoso, de pie con sus brazos cruzados en frente de su pecho. Su cabello lacio parecía bailar en la briza.

—Nada que te concierne —mentí.

Inclinó su cabeza a un lado y me lanzó una sonrisa maliciosa.

—¿En serio?

Asentí.

—En serio.

Sus manos cayeron a sus lados mientras se movía lejos de la pared y tomaba un paso hacia mí.

—¿Verme bailar con María no te molesta? —preguntó con un susurro ronco.

Sacudí mi cabeza y alejé la mirada, rehusándome a retroceder de su cercanía. Sus ojos se enfocaron en mí con tanta intensidad que parecía como si realmente me estuviera tocando. Mi corazón empezó a latir fuerte contra mis costillas y lo miré. Sus ojos se movieron de mi vestido a mi rostro. 

—Sabía que el rosa pálido encajaría contigo. La mayoría de chicas no pueden usarlo, pero en ti es perfecto.

Tragué, con miedo que mi corazón fuera a golpear fuera de mi pecho. No quería pensar en la forma en que su mirada hacía que cada célula de mi cuerpo vuelva a la vida.

—Crees que no quiero tocarte de la manera en que toco a María. Es correcto.

Sus palabras nadaron sobre mí como agua helada y retrocedí lejos de él, como si me hubiese abofeteado. Mi corazón que golpeaba se contrajo y tomé una rápida bocanada de aire, con temor, por un momento, de no ser capaz de respirar. Su mano se estiró, cogió la mía y la me jaló hacia él.

—Cuando toco a María, mentalmente me encojo por tener que continuar apartando la farsa de estar interesada en ella.

Dejé de tratar de apartar mi mano de la suya y alcé la mirada. Esto sonaba como algo que quería escuchar.

—Cuando no puedo controlar mi necesidad por ti y me permito tocarte, inicia un monstruo dentro de mí que tengo miedo de perder control. Me haces sentir cosas que nunca he sentido antes. Algo sucede —se detuvo y bajó su mirada de mis ojos a mis labios—, cuando estoy cerca así de ti. —Tocó mis labios con sus dedos y yo temblé. Cerró sus ojos como si estuviera con dolor—. Y cuando reaccionas de la manera en que lo haces, siento las garras dentro de mí por tomar lo que quiero.

Abrió sus ojos y me miró con tanta intensidad que me hubiese aterrado si es que no confiaba en él completamente.

—Eres la única cosa que quiero en este mundo, aun así la única que no puedo tener. Porque para tenerte completamente es imposible. No puedes ir hacia donde yo camino. —Se detuvo y colocó sus manos en mi rostro—. El propósito de mi existencia es no tener una pareja. Es soledad y frío. Hasta ahora, ha sido todo lo que he conocido. Luego te convertiste en La Indicada y todo cambió. —Dejó caer sus manos de mí y retrocedió mientras una dolorosa desesperación nubló sus ojos—. Anda Lali, corre. Por favor, corre. No soy lo que crees que soy. No soy inteligente, honesto, talentoso y compasivo, aunque al escucharte decir esas palabras, en mi defensa, se sintió como líquido cálido pasando por mis frías venas. Tú quieres saber qué soy yo y no puedo decírtelo. Si lo supieras, no tendría que rogarte que corras.

Gruñó y se alejó de mí, corriendo hacia la oscuridad. No podía dejarlo ir. Corrí tras de él y se volteó abruptamente. Su mirada de enojo me sorprendió y me congelé. El enojo pareció dejarlo inmediatamente y una expresión de tortura se situó en sus rasgos perfectos. Jadeé ante la transformación.

—No me importa lo que eres —dije, tomando un paso hacia él—. Puedes asustarme y no me iré. ¿Cuál es lo que dice la canción que me cantas? Aun así, te quedas. Sosteniéndote de mí, aun así te quedas, estirando una mano que yo rechazo. El frío no está hecho para ti, aun así te quedas, te quedas, te quedas. Cuando sé que no es lo correcto para ti —repetí sus palabras en la oscuridad. Su rostro se contorsionó con dolor.

—Anda Lali. Por favor. No puedo, no estoy haciendo lo correcto. Ayúdame a hacer lo correcto —susurró en la oscuridad.

Tomé otro paso hacia él. Un lento gruñido erupcionó de su pecho y me movió en un rápido movimiento. Su boca encontró la mía instantáneamente. Sus dientes mordieron mi labio inferior y luego gentilmente deslizó su lengua por el mordisco. Mi primer sabor de él hizo que mi mundo girara. De alguna manera había sabido que sería así. Me agarré de la camisa de Peter. Necesitaba mantenerlo ahí contra mí, finalmente permitiéndome tener lo que había estado anhelando. Sus brazos se apretaron alrededor de mí y escuché un gemir en la oscuridad, pero no estaba segura si había sido mío o de él. Mi propósito en esta vida estaba completo. No había nada más que quisiera o deseara más que esto. Había una oscuridad apretándose hacia nosotros, no podía saber qué era exactamente, pero aun entre el mar de placer, supe que estaba ahí. Peter trazó besos por mi cuello y murmuró palabras que no entendía. Liberé su camisa para coger su rostro, hambrienta traje su boca de vuelta a la mía. Sus manos lentamente corriendo por mi espalda y se deslizaron por mis costillas. Mi respiración se aceleró mientras sus pulgares acariciaban lo bajo de mi corpiño. Peter apartó su boca de la mía, jadeando alto. Me emocionó verlo tan necesitado como yo de él.

—No puedo Lali. Quiero esto demasiado. Pero no puedo.

En un parpadeo, estaba a solas, sentada en el frío césped en medio del campo de fútbol. Mi respiración estaba tan acelerada y mi cabeza estaba dando vueltas. ¿En dónde estaba Peter? Mis ojos lo buscaron frenéticamente en la oscuridad. ¿Por qué me había dejado? La sensación de euforia se había desaparecido con él y mi cuerpo dolía por la pérdida.

—¿Lali? —Una voz de preocupación llamó por detrás.

No me volteé porque reconocí la de Pablo. Él había venido a encontrarme y aquí estaba yo, sentada con mi vestido rosa pálido, comprado para otro chico, en medio de un campo desierto de fútbol. Tal vez me estaba volviendo loca. Él se arrodilló en frente de mí con miedo y preocupación en su guapo rostro.

—Dios, me asustaste. Salí a buscarte y te vi desmayarte o caerte…¿estás bien? Lo siento Lali, no quise enojarte. Por favor, por favor, perdóname.

Estaba sosteniendo mis manos entre las suyas, aun así la calidez de su cuerpo no podía penetrar el frío que estaba nadando dentro de mí. Alcé la mirada, sabiendo que tenía que decir algo. ¿Pero qué podía decir?

—Está bien. Solo no me siento bien. Mi cabeza. —La toqué para hacer efecto—. Lo siento, pero solo quiero ir a casa.

Se puso de pie y me ayudó a levantarme, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura como soporte. Caminamos en silencio a través del campo y hacia el oscuro estacionamiento. No estaba segura si él estaba enojado o no, pero ahora mismo solo necesitaba estar a solas. Mi mente parecía no envolverse a sí misma con lo que había sucedido y sabía que muy en el fondo, esperaba que Peter estuviera en mi habitación esperándome.

No hablamos en todo el viaje a casa. Odiaba el silencio, pero no había manera de explicar lo que había sucedido. Cuando se estacionó en mi entrada, apagó el auto y luego me miró.

—Espero que me perdones por ser un idiota. —Soltó un suspiro de disgusto—. Aquí estoy yo todo preocupado por la vida personal de María y termino lastimándote. He esperado tanto… —Se detuvo y sacudió su cabeza. —Aún te estás sanando de algo que yo causé. Nunca te quejas sobre ello, pero sé que aún te estás sanando después de los efectos de tu accidente. No sé si voy a ser capaz de perdonarme a mí mismo por dejar que mi estúpida boca te haga enojar tanto que… —Hizo un gesto con sus manos, recordando el campo de fútbol a millas de distancia—, te fuiste a solas y maldita sea, te desmayaste.

No podía soportar que se eche la culpa por lo que había sucedido, ya no. Me forcé a mí misma a salir de mi niebla y tomé su mano.

—Pablo, escúchame. Lo que sucedió esta noche no es tu culpa. No estoy completamente segura de lo que sucedió, pero nadie tiene la culpa, excepto tal vez yo. Tú no tienes nada, quiero decir nada, que ver con esto.

El pequeño destello de alivio en sus ojos no fue lo suficientemente fuerte para compensar su expresión de tortura. Jaló mi mano hacia su boca y la besó.

—Te amo Lali Esposito.

Había estado diciendo esas dos palabras un montón esta noche. Sabía que yo no podía decir las palabras que él quería escuchar. Pablo era especial para mí, pero no lo amaba, al menos no de la forma en que quería. Solo hice la única cosa en la que pensé. Me incliné y lo besé suavemente en los labios, y luego me volteé, y salí del auto. Me dirigí a la puerta sin mirar hacia atrás.

Mi habitación estaba vacía pero de algún modo supe que así sería. Algo había sucedido esta noche. No sabía qué era, pero supe que era importante. Caminé hacia la silla donde éter pasaba sus noches y me encorvé ahí. Él no vendría esta noche. Necesitaba estar cerca de él y esta parecía ser la única forma. El silencio pareció cortar a través de mí como un cuchillo y lágrimas calientes rodaron por mi rostro. Extrañaba su voz llenando mi habitación con calor. No quería que me deje. El miedo de que se hubiera ido, dolía tanto que apretaba mis pulmones. El alma rubia que me había aterrado ya no parecía importante. La ausencia de Peter hizo que mi pecho duela. No podía tomar más el silencio así que empecé a cantar suavemente en la oscuridad.

“Aun así te quedas. Sosteniéndote de mí. Aun así te quedas. Estirando una mano que yo aparto. Aun así te quedas cuando sé que no es lo correcto para ti. Aun así te quedas. Aun así te quedas…”

1 comentario: