jueves, 18 de octubre de 2012

Heaven: Capitulo XI (Parte 2)

Cuando Gero llegó, él no era lo que esperaba. Tenía cabello castaño y pulcramente ordenado, ojos claros y una sonrisa inocente. Estaba usando una corbata azul y botas. A su lado, Cande parecía una princesa. Sonreí al imaginarme a Cande disfrutando de un campamento sólo para complacerlo.

-Este es Tábano y su hermana, Agustina – dijo Cande – Son como, mis mejores amigos de toda la vida
-Hola, ¿cómo están? – Gero nos saludó – Un gusto en conocerlos
-Igualmente – dijo Peter
-Ey amor – empezó Gero - ¿No ibas a introducirme a tus otros amigos que asisten a esta universidad? ¿Lali y…Peter creo que se llamaban?

Cande me miró preocupada y supe que nos debió de haber mencionado antes de conocer los términos de nuestro acuerdo.

-Esos chicos cambiaron de idea a último minuto – dijo Cande – Querían ir a la universidad en...otro estado. Casi ya ni les hablo
-¿Por qué? – preguntó Gero con mirada confundida
-No lo sé – se encogió de hombros - ¿A quién le importa de todos modos?
-¿No dijiste que era tu mejor amiga? – insistió Gero
-Ahora estamos en la universidad – dijo Cande – Todo ha cambiado

Gero no se veía convencido pero Peter cortó la conversación para empezar otra.

-Así que hemos escuchado que has estado cuidando de nuestra chica – dijo Peter, deslizando un brazo en los hombros de Cande
-Hago lo mejor que puedo – respondió Gero, su rostro serio – La he estado llevando a mi Iglesia y este fin de semana vamos a ver a un par de curanderos
-¿Curanderos? – preguntó Peter, mirando a Cande - ¿Estás loca?

Cande abrió la boca pero Gero respondió por ella.

-No físicamente – dijo él – Pero espiritualmente tenemos trabajo para hacer – le sonrió a Cande – Estaré ahí en cada paso

Cande lo miró como si él fuera su salvador y se insertó debajo de su brazo.

-¿Qué clase de trabajo? – preguntó Peter, dudando
-Todos estamos rotos, hermano – dijo Gero – Sólo Dios nos puede sanar. Creo que Cande entiende eso ahora
-He aprendido mucho de Gero – nos dijo Cande, sonriendo – Todo estará bien a partir de ahora

***

Los días pasaban y yo me inserté en una rutina. Nada ordinario sucedió: ninguna aparición de algún Siete o algo parecido. Mi mayor preocupación era Cande y su relación con Gero. Sabía que ella pensaba que él la salvaría y ella se veía deseosa a seguir sus direcciones. Cande podía no ser perfecta, pero no creía que encontraría a Dios al seguir los pasos e instrucciones de Gero.

Cuando Cande conoció por primera vez a María Elena, una hostilidad mutua surgió entre las dos. No había suficiente espacio para ambas en mi vida y Cande tenía la prioridad antes que nada, era mi mejor amiga y confidente. Además, la mayor parte del tiempo, María Elena hablaba sobre chicos o para ser más específica, de Tábano. Quería saber si él había dicho algo de ella, qué clase de música escuchaba, y cuál era su color favorito. Ella solo se detenía cuando se iba a dormir. De alguna manera había conseguido su número y le había mandado un mensaje de texto preguntándole si quería salir después de clases. Cuando no recibió ninguna respuesta, me bombardeó con preguntas.

-¿Por qué Tábano no me responde? Mira, lee este mensaje. No suena muy desesperado, ¿verdad? – me dijo, dándome el teléfono
-Suena bien – dije, esperando a que deje de insistir
-¿Entonces por qué no me responde?
-No lo sé. Tal vez está ocupado
-¿Haciendo qué? Siempre tiene el teléfono con él

Nunca había conocido a una chica como María Elena, quién no entendía las indirectas. Estaba claro que Tábano no estaba mostrando señales de interés y claramente no quería discutir el tema, pero aun así ella insistía.

-¿Crees que tal vez él está asustado de involucrarse emocionalmente?
-Sí, probablemente – dije, con el tono más evasivo que pude
-Tienes que ayudarme, Agus – dijo – Tienes que hablarle a él de mí
-Mira – dije, intentando alejar la irritación – Intento mantenerme alejada de la vida amorosa de Tábano. Ningún chico va a escuchar a su hermana de todos modos

Intenté pasar el menor tiempo posible en el dormitorio. Me daba claustrofobia e irritación. Evadía a María Elena lo más que podía, pero cada vez que me encontraba, era imposible alejarla, y sin importar el tema que traía, la conversación siempre terminaba en mi hermano Tábano.

2 comentarios: