-Te acompaño hasta tu clase – se ofreció Peter
Yo estaba usando su polera enorme que me llegaba hasta mis
rodillas. De hecho, tenía que estar alzándola cada cierto tiempo para que se
notara que llevaba shorts abajo.
-No tienes que
-Está en el camino
-¿Podemos ir a comer más tarde? – pregunté
-Claro. ¿Por qué no traes a Cande?
-¿En serio? ¿En serio quieres que lo haga?
-No – dijo él, suspirando – pero no podemos ser nosotros dos
solos todo el tiempo. Tenemos que tener cuidado con eso
-Ya no tenemos tiempo para nosotros solos – gruñí
-Pronto tendremos tiempo. Un montón de chicos se irán este
fin de semana
-¿Por qué?
-Hay un partido de fútbol
Suspiré, sin poder entender por qué el fútbol era tan
importante siempre. Caminamos hasta la sala de lectura, donde algunos chicos ya
se estaban sentando y abriendo sus laptops, otros hablando mientras esperaban a
que llegara el profesor. Noté que Peter no tenía apuro en irse.
-¿Así que iré a buscarte cuando termine? – pregunté
-Puede que me quede aquí si no hay problema. Quiero ver cómo
es tu clase
-¿No tienes un grupo de estudio?
-Estoy seguro que lo podrán hacer sin mí
-¿Pasa algo?
-Nop, sólo que no tengo ganas de dejarte ahora
No discutí. Sabía a qué se refería. Después de nuestra
última conversación con mis hermanos, yo también quería mantenerme cerca de
Peter. Si algo estaba por suceder, quería que estuviéramos los dos para
enfrentarlo. Así que caminamos y nos sentamos en la primera fila.
***
Finalmente, no tuvimos ninguna duda de que los Siete estaban
dispuestos a atacar en un lugar público, eso nos confirmaba su poco interés por
la vida humana. El cielo se nubló de pronto, seguido de un sonido, como un
murmuro conocido. Me molestaba tanto, que lo escuchaba por encima de la voz del
profesor. Y, cuando alcé la mirada, noté que todo el techo se estaba moviendo
como gelatina. Ahí fue cuando la puerta se abrió y lo vi: un caballo blanco
bufando y golpeando su pie contra el suelo. Agarré a Peter, colocando mi mano
encima de la de él en mi mesa. Los otros estudiantes miraban curiosos a la
puerta, inconscientes de su presencia. Los caballos aparecían sólo a aquellos
quienes entendían su significado.
-Han vuelto, susurré - Peter…son ellos
Apenas dije esas palabras, figuras enmascaradas aparecieron
como fantasmas en la habitación. Sus manos y pies estaban debajo de túnicas
negras. Sus máscaras tenían huecos en los ojos, pero detrás, solo se veía la
negrura. Ni siquiera tenían otro hueco para poder respirar, porque no eran de
este mundo. Había una docena de ellos.
Sentí a Peter ponerse rígido a mi lado. Los otros
estudiantes se pusieron de pie y apuntaron, algunos preocupados, otros intrigados,
y otros riendo, pensando que se trataba de algún tipo de broma. En el siguiente
movimiento, Peter estuvo fuera de su asiento y jalándome hacia abajo,
intentando que no me vean. Estaban tan cerca, ¿era posible que no me hayan
visto? Desde mi posición, sólo podía ver apenas de lo que estaba sucediendo.
Escuché a Peter ponerse a cargo, diciéndole a la gente que se mueva.
-¡Salgan! – gritaba – No están a salvo aquí. ¡Corran!
Cada uno reaccionó diferente. Algunos se rehusaron a salir,
determinados a ver qué sucedería. El profesor se quedó con la boca abierta
intentando comprender algo. Los Siete estaban bloqueando las salidas y se veían
completamente inamovibles. Otras personas, sobre todo chicas, nos imitaron y se
escondieron debajo de las carpetas, mientras limpiaban las lágrimas de sus
mejillas.
Los Siete escucharon la voz de Peter y empezaron a avanzar
hacia nosotros. No podían vernos, eran como animales ciegos, que se guiaban de
los sentidos para cazar. Pero, no sabía que utilizaban para detectarnos. ¿El
olor, la voz, la vibración de nuestras almas? Lo único que nos quedó, fue
mantenernos uno al lado del otro, respirando hondo e intentando no mover ni un
músculo.
Los Siete sacaron largas espadas de metal que brillaban. Ahí
fue cuando los estudiantes entraron en pánico, empezaron a correr en todas las
direcciones y cubrían sus rostros con libros. Uno de los Siete pasó por la mesa
donde yo estaba escondida, tan cerca que podía olerlo. La espada parecía emitir
algún tipo de sensor y el Siete empezó a mover la espada por el suelo. No tuve
tiempo de apartar la mano y la espada me tocó. Sentí como me quemaba
profundamente la piel. Me mordí el labio para evitar llorar y sentí mis ojos
empezar a llenarse de agua. Un momento después, el Siete se movió y el sensor
de la espada continuó parpadeando…sólo que ahora se estaba acercando al tobillo
de Peter. Él respiró profundamente, esperando enfrentar el dolor, pero nada
sucedió. El sensor pasó sobre él, tan indefenso. Me di cuenta entonces, que las
espadas estaban diseñadas para mí, para encontrar mi escondite. Si uno entraba
en contacto directo conmigo, yo aguantaría hasta tener que gritar de dolor y
revelar mi identidad.
-Sal, sal de donde sea que estés – empezó Hamiel, el líder
de los Siete – No puedes esconderte para siempre
La mano de Peter se enrolló en la mía y yo volteé apenas mi
cabeza para mirarlo. No podía hablar, pero sus ojos verdes brillantes sostenían
todas las palabras no dichas. Su mano se estrechó y supe lo que estaba
diciendo. No te atrevas. Ni siquiera
pienses en rendirte.
Hamiel no iba a ser paciente por mucho tiempo. Si no rendía,
no tenía ninguna duda de que degollaría a cada persona en la habitación hasta
encontrarme. La mirada de Hamiel se concentró en una chica que estaba cerca.
Ella gritó ante su presencia, mientras él la alzaba y la agarraba del cuello
como si fuera un perro. Hamiel la mataría si es que yo no salía. La regresó al
suelo y apunto la espada contra su cuello. Él estaba jugando con nosotros. Todo
lo que tenía que hacer es poner un poco más de fuerza y ella estaría muerta en
un instante.
Era momento de actuar. Solté mi mano y me incliné para
besarle la mejilla a Peter. No tenía opción, no iba a permitir que una chica
inocente muera por mí. Después de todo, aún era un ángel y mi trabajo era
proteger la vida humana. No me había olvidado de ello. No podía hablarle a
Peter y arriesgar el exponerlo a él también, así que le di una mirada que
esperaba que dijera todo lo que sentía por él. Era difícil apartar la mirada,
se sentía como si estuviera dejando atrás mi propio cuerpo. Me dolía el pecho
ante la idea de dejarlo, pero no podía dejar morir a la chica. Ahora tenía que
ser fuerte, así que salí de la mesa y crucé mis brazos a la altura de mi pecho.
-Hola – le dije a Hamiel - ¿Me estás buscando?
hp mariana porq siempre sos tan regalada, si estas allá es para esconderte no para entregarte a ellos cada vez q estann cerca.
ResponderEliminarpor diossssssss si no la matan los siete la mato yo. ajajajajajajaj
ay no porqueeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarNo!!!!! Pq se tiene q complicar todo así??' Como se salvan de esta ahora??? Más!!
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