viernes, 26 de octubre de 2012

Heaven: Capítulo XIV

Confrontación

-Te acompaño hasta tu clase – se ofreció Peter

Yo estaba usando su polera enorme que me llegaba hasta mis rodillas. De hecho, tenía que estar alzándola cada cierto tiempo para que se notara que llevaba shorts abajo.

-No tienes que
-Está en el camino
-¿Podemos ir a comer más tarde? – pregunté
-Claro. ¿Por qué no traes a Cande?
-¿En serio? ¿En serio quieres que lo haga?
-No – dijo él, suspirando – pero no podemos ser nosotros dos solos todo el tiempo. Tenemos que tener cuidado con eso
-Ya no tenemos tiempo para nosotros solos – gruñí
-Pronto tendremos tiempo. Un montón de chicos se irán este fin de semana
-¿Por qué?
-Hay un partido de fútbol

Suspiré, sin poder entender por qué el fútbol era tan importante siempre. Caminamos hasta la sala de lectura, donde algunos chicos ya se estaban sentando y abriendo sus laptops, otros hablando mientras esperaban a que llegara el profesor. Noté que Peter no tenía apuro en irse.

-¿Así que iré a buscarte cuando termine? – pregunté
-Puede que me quede aquí si no hay problema. Quiero ver cómo es tu clase
-¿No tienes un grupo de estudio?
-Estoy seguro que lo podrán hacer sin mí
-¿Pasa algo?
-Nop, sólo que no tengo ganas de dejarte ahora

No discutí. Sabía a qué se refería. Después de nuestra última conversación con mis hermanos, yo también quería mantenerme cerca de Peter. Si algo estaba por suceder, quería que estuviéramos los dos para enfrentarlo. Así que caminamos y nos sentamos en la primera fila.

***

Finalmente, no tuvimos ninguna duda de que los Siete estaban dispuestos a atacar en un lugar público, eso nos confirmaba su poco interés por la vida humana. El cielo se nubló de pronto, seguido de un sonido, como un murmuro conocido. Me molestaba tanto, que lo escuchaba por encima de la voz del profesor. Y, cuando alcé la mirada, noté que todo el techo se estaba moviendo como gelatina. Ahí fue cuando la puerta se abrió y lo vi: un caballo blanco bufando y golpeando su pie contra el suelo. Agarré a Peter, colocando mi mano encima de la de él en mi mesa. Los otros estudiantes miraban curiosos a la puerta, inconscientes de su presencia. Los caballos aparecían sólo a aquellos quienes entendían su significado.

-Han vuelto, susurré - Peter…son ellos

Apenas dije esas palabras, figuras enmascaradas aparecieron como fantasmas en la habitación. Sus manos y pies estaban debajo de túnicas negras. Sus máscaras tenían huecos en los ojos, pero detrás, solo se veía la negrura. Ni siquiera tenían otro hueco para poder respirar, porque no eran de este mundo. Había una docena de ellos.

Sentí a Peter ponerse rígido a mi lado. Los otros estudiantes se pusieron de pie y apuntaron, algunos preocupados, otros intrigados, y otros riendo, pensando que se trataba de algún tipo de broma. En el siguiente movimiento, Peter estuvo fuera de su asiento y jalándome hacia abajo, intentando que no me vean. Estaban tan cerca, ¿era posible que no me hayan visto? Desde mi posición, sólo podía ver apenas de lo que estaba sucediendo. Escuché a Peter ponerse a cargo, diciéndole a la gente que se mueva.

-¡Salgan! – gritaba – No están a salvo aquí. ¡Corran!

Cada uno reaccionó diferente. Algunos se rehusaron a salir, determinados a ver qué sucedería. El profesor se quedó con la boca abierta intentando comprender algo. Los Siete estaban bloqueando las salidas y se veían completamente inamovibles. Otras personas, sobre todo chicas, nos imitaron y se escondieron debajo de las carpetas, mientras limpiaban las lágrimas de sus mejillas.

Los Siete escucharon la voz de Peter y empezaron a avanzar hacia nosotros. No podían vernos, eran como animales ciegos, que se guiaban de los sentidos para cazar. Pero, no sabía que utilizaban para detectarnos. ¿El olor, la voz, la vibración de nuestras almas? Lo único que nos quedó, fue mantenernos uno al lado del otro, respirando hondo e intentando no mover ni un músculo.

Los Siete sacaron largas espadas de metal que brillaban. Ahí fue cuando los estudiantes entraron en pánico, empezaron a correr en todas las direcciones y cubrían sus rostros con libros. Uno de los Siete pasó por la mesa donde yo estaba escondida, tan cerca que podía olerlo. La espada parecía emitir algún tipo de sensor y el Siete empezó a mover la espada por el suelo. No tuve tiempo de apartar la mano y la espada me tocó. Sentí como me quemaba profundamente la piel. Me mordí el labio para evitar llorar y sentí mis ojos empezar a llenarse de agua. Un momento después, el Siete se movió y el sensor de la espada continuó parpadeando…sólo que ahora se estaba acercando al tobillo de Peter. Él respiró profundamente, esperando enfrentar el dolor, pero nada sucedió. El sensor pasó sobre él, tan indefenso. Me di cuenta entonces, que las espadas estaban diseñadas para mí, para encontrar mi escondite. Si uno entraba en contacto directo conmigo, yo aguantaría hasta tener que gritar de dolor y revelar mi identidad.

-Sal, sal de donde sea que estés – empezó Hamiel, el líder de los Siete – No puedes esconderte para siempre

La mano de Peter se enrolló en la mía y yo volteé apenas mi cabeza para mirarlo. No podía hablar, pero sus ojos verdes brillantes sostenían todas las palabras no dichas. Su mano se estrechó y supe lo que estaba diciendo. No te atrevas. Ni siquiera pienses en rendirte.

Hamiel no iba a ser paciente por mucho tiempo. Si no rendía, no tenía ninguna duda de que degollaría a cada persona en la habitación hasta encontrarme. La mirada de Hamiel se concentró en una chica que estaba cerca. Ella gritó ante su presencia, mientras él la alzaba y la agarraba del cuello como si fuera un perro. Hamiel la mataría si es que yo no salía. La regresó al suelo y apunto la espada contra su cuello. Él estaba jugando con nosotros. Todo lo que tenía que hacer es poner un poco más de fuerza y ella estaría muerta en un instante.

Era momento de actuar. Solté mi mano y me incliné para besarle la mejilla a Peter. No tenía opción, no iba a permitir que una chica inocente muera por mí. Después de todo, aún era un ángel y mi trabajo era proteger la vida humana. No me había olvidado de ello. No podía hablarle a Peter y arriesgar el exponerlo a él también, así que le di una mirada que esperaba que dijera todo lo que sentía por él. Era difícil apartar la mirada, se sentía como si estuviera dejando atrás mi propio cuerpo. Me dolía el pecho ante la idea de dejarlo, pero no podía dejar morir a la chica. Ahora tenía que ser fuerte, así que salí de la mesa y crucé mis brazos a la altura de mi pecho.

-Hola – le dije a Hamiel - ¿Me estás buscando?

3 comentarios:

  1. hp mariana porq siempre sos tan regalada, si estas allá es para esconderte no para entregarte a ellos cada vez q estann cerca.

    por diossssssss si no la matan los siete la mato yo. ajajajajajajaj

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  2. No!!!!! Pq se tiene q complicar todo así??' Como se salvan de esta ahora??? Más!!

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