sábado, 10 de noviembre de 2012

Heaven: Capítulo XXV

Mírame Quemándome

Todos acordamos en que no tenía sentido el intentar calcular cuando volverían los Siete. Así que establecimos estrategias en caso suceda algo. Peter aún seguía intentando lidiar con el concepto de tener sangre de ángel por sus venas y parecía no querer hablar más del tema. Yo tampoco lo presioné, porque sabía que necesita tiempo para procesar la información. Así que, en lugar de todo esto, decidí preocuparme por Cande.

La tarde siguiente, saqué a Peter de la casa para ir a buscar a Cande. Ella nos había estado evitando desde su espectáculo con Gastón y estaba preocupada por ella. Finalmente la encontramos en un Starbucks, frunciendo el ceño ante su celular.

-¿Malas noticias? – preguntó Peter, sorprendiéndola
-No – dijo ella, rápidamente guardando su celular
-¿Por qué la cara larga? ¿Tu manicurista está fuera de la ciudad?
-Ja, ja. Muy gracioso – su sonrisa se congeló

Noté que Cande estaba diferente. Llevaba ropa más casual y pura, no como siempre usaba sus tacos, blusas o pantalones cortos. Su mirada estaba perdida y sus ojos tristes. Sabía que esto tenía que ver con Gero. Peter y yo nos sentamos en las sillas de le mesa.

-¡Ustedes se ven muy mal! – soltó ella
-Ey, gracias – dijo Peter
-Lo siento, pero seriamente necesitan dormir más y tener más sexo
-No tiene nada que ver con eso – dijo Peter, forzando una sonrisa
-Bueno, ¿qué hay? – preguntó Cande, después de un silencio - ¿Cómo van las cosas?
-Han mejorado un poco – respondí cuidadosamente
-Siempre hay crisis con ustedes
-Sí – asentí – Pero escucha, parece que por el momento no vamos a poder regresar a la universidad
-¡No! ¡No van a desaparecer de nuevo!
-Claro que no – dije rápidamente – Aún estaremos en la ciudad, sólo que no nos verás en el campus. Le hemos dicho a todos que tenemos problemas familiares
-De acurdo – dijo Cande – Supongo que rezaré por ustedes

Peter alzó sus cejas. No era la idea lo que lo sorprendió, sino escuchar esas palabras salir de la boca de Cande.

-Gracias – dijo Peter, suavemente
-¿Entonces podré ir a verlos? – preguntó Cande
-Claro – dije – Cuando quieran. Sólo llámanos

Cande asintió, viéndose un poco distraída.

-Pero no puedes decirle a nadie donde estamos – agregó Peter – Ni siquiera a Gero
-No se preocupen, puedo mantener mi boca cerrada
-Bien – dijo Peter – confiamos en ti

Hacía calor en el café así que Cande empezó a alzar las mangas de su polo. Y cuando lo hizo, noté las heridas una de sus muñecas, como si alguien la hubiese agarrado con mucha fuerza.

-Cande, ¿qué le pasó a tu brazo?

Ella bajó la manga.

-Soy una tonta. Me caí de las escaleras usando tacos
-¿Dónde estabas?
-En una fiesta
-¿Con Gero?
-¡No! Él no lo sabe así que por favor no le digan. Él no lo aprobaría
-Suena un poco controlador – dijo Peter – Si ni siquiera puedes ser honesto con él
-No, no, no lo es – insistió Cande – Gero es bueno para mí. Sólo necesito un poco de tiempo para alcanzar su espiritualidad
-¿Cómo vas a lograr eso?
-Bueno… - Cande frunció el ceño – No estoy exactamente segura. Pero Gero tiene un plan
-Claro que lo tiene – murmuró Peter y alzó la mirada – Hablando del diablo

Todos alzamos la mirada para ver a Gero caminar hacia nuestra mesa.

-Oh, no – dijo Cande, cogiendo una mano por debajo de la mesa – No le digan nada, ¿de acuerdo?
-Nunca – dije, casi ofendida
-Gracias
-Hola – dijo Gero, sonriendo - ¿De qué están hablando?
-Sobre cosas de chicas – dijo Cande
-¿Con Peter aquí?
-Creemos que él es como una chica
-De hecho estoy fuera de lugar – corrigió Peter, riendo

Gero se agachó y dejó un beso fugaz en la mejilla de Cande. De pronto frunció el ceño y se alejó.

-Cande, ¿llevas puesto pinta labios?
-¡Lo notaste! Es nuevo. Se llama algo de Fruta
-Pensé que habíamos acordado en que no usarías maquillaje
-Gero, el  pinta labios no es exactamente un maquillaje

Cande nos miró, en busca de apoyo, pero Peter y yo estábamos muy sorprendidos como para decir algo.

-¿Hace que tus labios se vean menos naturales y más artificiales?
-Eh…supongo. Sí
-Entonces, Cande, no lo necesitas. Eres perfecta de la manera en que Dios te hizo. ¿Por qué tientas Su trabajo?
-Lo siento. Nunca lo pensé de esa manera

Intenté defender a Cande pero fue inútil y Peter me pidió que no continuara si no quería armar problema con Gero. Así que cortamos la comunicación y pronto Gero y Cande se fueron, dijeron que tenían que leer la Biblia. ¿Desde cuándo Cande hacía eso? Apenas llegamos a casa, discutimos el asunto con mis hermanos y no me sorprendió al ver a Gas tan preocupado por Cande. Inmediatamente, decidió ir a buscarla, temía que Gero le haga daño.

Nos dirigimos hacia la capilla del campus de la universidad donde sabíamos que estarían leyendo la Biblia. La puerta estaba abierta y una extraña voz hipnótica nos alcanzó. No sonaba como ningún estudio de la Biblia para mí y me imaginé que era la excusa que Gero había dado a la universidad para usar la capilla.

-La única manera de conquistar la carne es mortificarla – decía la voz

Gastón y Peter se miran y mi hermano frunce el ceño. Dentro, vemos a un grupo de alrededor de diez personas. Gero es el orador y tres otros chicos están a su lado. El resto son chicas y estaban arrodilladas. Pero Cande estaba en el altar y por alguna razón, no tenía ropa y estaba encadenada.

-Debes conocer tu debilidad ante el Señor. Debes contemplarlo
-Lo sé – murmuró Cande
-Quiero ayudarte pero tienes que trabajar conmigo, Cande – dijo Gero - ¿Estás lista para comprometer tu vida a esta iglesia?
-Estoy lista
-¿Estás lista para hacer sacrificios?
-Lo estoy – Cande susurró

Gero se acercó hacia donde estaba arrodillada Cande. Tenía algo en su mano que no podía descifrar hasta que alzó su  brazo sobre su cabeza. Eran un par de tijeras. Alzó el cabello de Cande en sus manos como midiéndolo. ¿Realmente Cande le iba a permitir que le haga eso?

-Aléjate de ella – gritó Gastón

Gero, cogido por sorpresa, bajó su brazo y nos bucó. Cuando me vio, recobró un poco su compostura, aunque la presencia de Gastón definitivamente lo intimidaba.

-¿Quién eres? – demandó - ¿Les dijiste que vengan? – le preguntó a Cande
-No – balbuceó – Yo..yo… - empezó a ponerse de pie
-Cande… - susurró Gas

Cande dudó al principio, pero luego se quitó la cadena que la sostenía y caminó tambaleándose hacia adelante, para luego correr directamente hacia los brazos de Gas, donde colapsó, llorando.

-¿Qué ideas locas le has estado metiendo en la cabeza? – murmuró
-Estaba intentando borrar mis pecados del pasado porque me di cuenta que es por eso que no me podías amar – dijo Cande, levantando su rostro

Gas cerró sus ojos por un momento.

-Cande, tú tienes que decidir cambiar tu vida, no que alguien lo haga por ti
-Cande, no los escuches. Eres una pecadora – dijo Gero – Eres mala y soy el único que puede ayudarte
-¿Quién eres tú para juzgarla? – preguntó Gas – Simplemente eres tan pecador como cualquiera
-Es una mujer – dijo Gero – Eso la hace corrupta y libidinosa por naturaleza
-Tú – dijo Gas, apuntando un dedo hacia Gero – Si te veo hablándole de nuevo vas a tener que enfrentarte conmigo. ¿Lo entiendes?
-¿Y quién crees que eres? – dijo Gero

Gastón sonrió y las luces empezaron a parpadear. La puerta se abrió de golpe y una ráfaga de viento nos cubrió.

-No tienes ni idea

Gero tomó unos pasos hacia atrás y su pequeña congregación jadeó. Unos segundos después, estaban corriendo. 

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