Lo hermoso y dulce del beso se terminó cuando Peter me
empezó a mirar asustado, podía sentir su miedo. La luz brilla a través de mi ropa
como si estuviera desnuda delante de él. Parte de mí se retuerce de dolor ante
su expresión aterrada, y entonces, de pronto, la luz se extingue.
- Lo siento – digo
- No sé qué – intenta decir, pero se interrumpe
- Lo siento. No quería….
- ¿Quién eres tú? – me estremezco
- Soy Mar
Doy un paso adelante y pongo una mano sobre su rostro. Se
espanta. Me coge la mano, la de la herida, que está completamente curada, no
queda ni rastro de cicatriz.
- Lo sabía – dice, soltando mi mano
- Pitt…
- ¿Quién eres tú? – vuelve a preguntarme y retrocede unos
pasos
- Es difícil de explicar
- No – sacude la cabeza, ahora está pálido
Sigue retrocediendo hasta llegar a la puerta del establo,
donde se da la vuelta y corre hacia su casa. Todo lo que puedo hacer es mirarlo
mientras huye. Me siento desconectada de mí misma, sobresaltada por lo que ha
sucedido. No tengo quién me lleve a casa, así que corro. Corro hacia el bosque
que está detrás de la hacienda. Una vez que me he adentrado un poco, mis alas
asoman sin que las invoque. Vuelo completamente perdida hasta que encuentro el
camino a casa. Llego temblando, cegada por las lágrimas y muerta de miedo.
Lloro y no paro de llorar.
Unas horas más tarde, mi madre me encuentra en la habitación
sollozando en la almohada.
- ¿Qué le ha pasado a tu pelo?
- ¿Qué?
- Ha recuperado su color natural, el rojo ha desaparecido por
completo
- He accedido a la gloria, supongo que fue eso
- ¿Has alcanzado la gloria? – pregunta, sus ojos abiertos
- Sí
- Mi amor, no me extraña que estés afectada. Es una
experiencia fuerte. Ahora descansa – me besa en la frente – mañana puedes
contarme más
Una vez que se ha ido, le envío un correo a Ángela,
solicitándole ayuda de emergencia. No tengo nadie con quien hablar, nadie a
quién contárselo. Ya lo extraño. Sin poder contenerme, y con ganas de escuchar
su voz, llamo a Peter desde mi celular. Contesta de inmediato. Por un instante
ninguno de los dos dice nada.
- Déjame en paz – finalmente él dice y cuelga
***
Pasan tres días en los que no vuelvo a llamar a Peter ni
intento verlo; revivo el beso hasta pensar que me volveré loca y me arrancaré
todas las plumas. Y, como si durante el día no la pasara bastante mal, por la
noche sueño con él; tres noches seguidas en las que no puedo dejar de pensar en
el momento en que estaba dentro de su cabeza, sintiendo lo que él sentía,
oyendo sus pensamientos mientras me besaba.
Al tercer día me despierto con el rostro lleno de lágrimas,
y mientras miro fijamente el techo, se me ocurre algo. Él me ama, dentro de su
cabeza cada pensamiento y reacción son fruto del amor, amor loco, irracional.
Me ama y eso fue también lo que lo aterrorizó cuando me vio encendida como
árbol de Navidad. No sabe quién soy, pero me ama. ¿Y, saben qué? Yo también lo
amo.
Por eso ahora estoy en la puerta de la empresa dónde él
trabaja, esperando a que salga, como una ex novia acosadora. Pero él no sale
del edificio, ha pasado más de una hora de su salida normal, pero sólo sale una
señora rubia que debe ser la secretaria. Hasta que finalmente una camioneta
roja entra en el estacionamiento remolcando un tráiler cargado de botes. Peter
está en el asiento del pasajero, hablando con el hombre mayor que organiza las
excursiones.
Peter no me ve y sonríe como lo hace cuando remata un
chiste, irónico. Me derrito al ver esa sonrisa, recordando todas las veces que
me la ha dedicado a mí. Luego, los dos bajan de la camioneta y se acercan al
tráiler para empezar a descargar los botes. Me pongo de pie, el corazón me late
tan rápido que creo que va a salir disparado de mi pecho, directo hacia él.
Ambos continúan con su labor y cuando Peter me ve, no hace ningún movimiento
para verme. Solo cuando su amigo se va, dejándolo solo, ambos nos quedamos
mirándonos fijamente.
Todavía no puedo hablar. Todo lo que tenía pensado decir se
me borró de la mente en el instante que lo vi. Está hermoso ahí de pie con las
manos en los bolsillos, el pelo aún húmedo del río, sus ojos grises. Siento
lágrimas en los ojos y pestañeo para que desaparezcan. Peter suspira.
- ¿Qué quieres Mar? – mi nombre suena raro, ya no soy
Zanahoria
- Lamento haberte mentido – digo – no sabes cuánto deseaba
decirte la verdad
- ¿Y, por qué no lo hiciste?
- Porque va contra las reglas
- ¿Qué reglas? ¿Qué verdad?
- Te lo contaré todo, si estás dispuesto a escucharme
- ¿Por qué? – pregunta - ¿por qué vas a contármelo ahora si
va contra las reglas?
- Porque te amo
Ya está, lo dije. Peter se atraganta, la ira desaparece de
sus ojos, pero todavía quedan sombras de miedo.
- ¿Podemos ir a algún sitio? – pregunto – vamos a algún lugar
apartado del bosque y te enseñaré – noto la duda en su mirada – no voy a
hacerte daño, no tengas miedo
- Muy bien. Pero yo conduciré
- Claro
Peter conduce durante una hora camino a Idaho, por las
montañas. El silencio entre nosotros es tan tenso que me obliga a toser. Finalmente,
llegamos a un claro extenso y vacío, donde Peter estaciona y me mira.
- ¿Dónde estamos? – le pregunto
- En mis tierras
- ¿Son tuyas?
- Mi abuelo iba a construir una cabaña aquí, pero se enfermó
de cáncer. Me las dejó a mí – le clavo la mirada – entonces, cuéntame – respiro
hondo
- No sé por dónde empezar – me sincero
- ¿Qué tal si empiezas por contarme que eres una especie de
ser sobrenatural hecho de luz?
- ¿Crees que estoy hecha de luz?
- Eso es lo que vi
- No creo que esté hecha de luz. Lo que viste es un fenómeno
llamado gloria; es difícil de explicar, pero es una manera de comunicarme, de
estar conectada con el otro
- De comunicarte. ¿Intentabas comunicarte conmigo?
- No con intención – me sonrojo – no quería que ocurriera, en
realidad no me había ocurrido nunca. Mamá dice que puede darse provocado por
las emociones intensas – balbuceo – lo siento, no quería asustarte. La gloria
suele tener ese efecto en los humanos
- Y tú no eres humana
- Lo soy en gran medida
Peter se reclina contra la puerta y suelta un suspiro de
frustración
- Es una broma, ¿verdad? Todo fue un truco, ¿verdad?
- Soy una neflim – digo – no solemos usar ese término, pero
así sale en la Biblia. Nosotros preferimos “ángel de sangre”
- Ángel de sangre – repite
- Mi madre es mitad ángel. Su padre era un ángel y su madre
era humana. Por eso yo tengo un cuarto de ángel en la sangre, ya que mi padre
es un hombre corriente
- Así que tienes una parte de ángel – me mira como si
estuviera loca, la misma reacción que tuve cuando mi madre me contó la verdad
- Así es. Salgamos de la camioneta
- ¿Por qué?
- Porque no me creerás hasta que no lo veas
- ¿Te encenderás de nuevo?
- No
Pongo mi mano sobre su brazo, tratando de tranquilizarlo;
pero, ocurre lo contrario. Se aleja y sale del auto. Yo también salgo, camino
hasta el centro del claro y me planto delante de él.
- Ahora no tienes que tener miedo – le digo
- Claro, porque vas a mostrarme que eres un ángel, ¿verdad
- Sólo en parte
Invoco mis alas y giro un poco para enseñárselas.
- Mierda – retrocede un paso – esto no es broma, no es un
truco de ilusionismo o magia. De verdad tienes alas
- Sí
- ¿Puedes volar?
- Sí. Pero en casi todo soy una chica normal
- ¿Y, qué más? ¿Qué más puedes hacer?
- En realidad no mucho más. Solo tengo un cuarto de ángel en
la sangre. Yo puedo hablar todos los idiomas.
- Por eso te entendiste con aquella mujer coreana. Y con el
oso
- Sí
Me enfoco en el suelo, tengo miedo de mirarlo a la cara y
saber que todo se acabó.
- Lo siento – digo ahogándome
Se queda callado y las lágrimas caen por mi barbilla.
- No llores – me pide – no es justo – me río y lloro al mismo
tiempo - ya está – susurra, secando mis lágrimas con sus dedos – no llores
Me rodea por los hombros y las alas con su brazo. Enredo mis
brazos en su cuello y hundo mi rostro en su pecho. Luego nos besamos y todo
desaparece menos él.
- Espera, espera – dice, apartándose
- ¿No pasa nada si te beso?
- ¿Qué?
- ¿No me caerá un rayo?
Río. Me inclino hacia adelante y rozo sus labios con los míos.
Sus manos aprietan mi cintura.
- Nada de rayos – prometo y él sonríe – ya no es rojo – digo,
cuando coge un mechón de mi pelo
- Siempre pensé que había algo en tu pelo que desentonaba
- ¿Y por eso me torturabas llamándome Zanahoria?
- Aún así pensaba que nunca había visto a una chica tan
preciosa – se sonroja
- Eres todo un Romeo – me sonrojo yo también
Me rodea con sus brazos y recorre mis alas con sus manos. Las
toca suavemente, con cuidado, pero provocándome una oleada de placer en la boca
del estómago, tan intensa que se me aflojan las piernas.
- Así que eres un ángel y ya está – murmura y beso su hombro
- Sólo en parte
- Di algo en la lengua de los ángeles
- ¿Qué quieres que diga?
- Algo sencillo – dice – algo verdadero
- Te amo – susurro sin pensarlo
Sus brazos me estrechan y lo miro a los ojos.
- ¿Qué has dicho? – me pregunta
- Ya sabes. Algo así como que me gustas
- Ajá – me besa en la comisura de la boca – tú también me
gustas mucho, pero mucho
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