domingo, 2 de septiembre de 2012

Ángeles Caídos I: Dieciocho

De regreso, Peter se estacionó al lado de una estatua histórica, cerca a uno de los ríos conocidos de la ciudad. A unos cuantos pasos había un restaurante de comida rápida. Aún estaba lloviendo fuerte y ya era de noche. Tendría que enfrentarme a mi madre en casa, no le había dicho que iba a salir porque…bueno, la verdad es que, Peter no era la clase de chico que hacía sonreír a las mamás. Él era el tipo de chico que hacía que las mamás cambien las chapas de la casa.

-¿Podemos llevar la comida? – pregunté
-¿Alguna solicitud? – preguntó Peter, mientras salía del auto
-Un sándwich de pavo. Pero sin pepinillos y mayonesa – sonrió
-Veré qué puedo hacer – dijo, alejándose

Por los primeros minutos, repasé nuestra tarde hasta ahora. Y luego me di cuenta que estaba sola en el auto de Peter. Su lugar privado. Si yo fuera él y quisiera esconder algo, no lo haría en mi habitación, ni en el locker del colegio o en mi mochila, porque eran lugares fáciles de buscar. Lo escondería en mi camioneta que cuenta con un sistema de alarma sofisticado.

Me quité el cinturón y empecé a curiosear entre los libros de texto que estaban por mis pies, sintiendo una sonrisa misteriosa curvarse, ante el pensamiento de descubrir uno de los secretos de Peter. Pero no encontré nada revelador o sorpresivo. Abrí la guantera y busqué entre el manual del auto y otros documentos oficiales. Hasta que sentí un líquido entre mis dedos. Sangre.

Cuidadosamente acerqué mi mano e inspeccioné la zona. Y, encontré una linterna sin baterías, con manchas de sangre. Con mi corazón latiendo desbocado, salté ante la primera conclusión. Peter había mentido, él había atacado a Paula. Me había dejado en casa ese día, había cambiado su moto por su camioneta y se había ido en busca de ella. O tal vez sus caminos se habían cruzado por casualidad y él había actuado ante un impulso. De una manera u otra, Paula estaba herida, la policía involucrada, y Peter era culpable.

Peter salió del restaurante y trotó por el estacionamiento, cargando una bolsa marrón en una mano y dos gaseosas en la otra. Ingresó al auto y se secó apenas el cabello mojado antes de darme la bolsa.

-Un sándwich de pavo – dijo
-¿Atacaste a Paula Recca? – pregunté – Quiero la verdad…ahora

Peter dejó de tomar la gaseosa. Sus ojos se enfocaron en los míos.

-¿Qué?
-La linterna en tu guantera. Explícalo
-¿Estuviste rebuscando en mi guantera? – no lo dijo enojado, pero tampoco se veía satisfecho
-La linterna tenía sangre. La policía vino a mi casa más temprano. Ellos creen que yo estoy involucrada. Paula fue atacada el miércoles a la noche, justo después que te dije que no la soportaba – Peter rió
-Crees que usé la linterna para pegarle

Se estiró hacia la parte trasera del auto y cogió una pistola. Yo grité. Se inclinó hacia mí y tapó mi boca con su mano.

-Pistola de Paintball – dijo – Jugué Paintball esta semana. Pensé que ya habíamos pasado por esto
-Eso no explica la sangre en la linterna
-No es sangre – dijo – es pintura- Jugamos a Capturar la Bandera y la linterna era la Bandera
-Oh – dije, lamentándome – lo siento

Peter condujo con la lluvia encima, sin hablar. Después de todo, lo había acusado de golpear a alguien. Cuando llegamos, se estacionó en mi puerta y apagó el motor. Su boca estaba curvada en una sonrisa, sus labios se veían suaves y lisos, y se me estaba dificultando apartar los ojos.

-Vamos a tener que practicar billar, Ángel – dijo
-Hablando de billar – me aclaré la garganta – me gustaría saber cuándo y cómo vas a recolectar esa cosa que te debo
-No esta noche

Sus ojos se enfocaron en los míos, juzgando mi respuesta. Estaba decepcionada.

-Tengo algo para ti – dijo Peter

Buscó bajo su asiento y sacó una bolsa de papel blanco.

-¿Y esto? – pregunté, metiendo mi mano en la bolsa
-Ábrelo

Saqué una pequeña caja marrón y la abrí. Adentro había una bola de nieve con el puerto en miniatura, aquel donde estaba el juego del Arcángel.

-Es hermoso – dije, un poco sorprendida que Peter me haya dado aquello – Gracias, en serio. Lo amo
-Ahí está el Arcángel, antes de ser remodelado – dijo, tocando la bola
-¿Qué fue lo que realmente pasó la noche en que nos subimos? – pregunté
-No vas a querer saberlo
-¿Si me lo dices, me vas a tener que matar? – bromeé
-No estamos solos – respondió Peter, mirando a través de la ventana

Seguí su mirada y encontré a mi madre de pie en la puerta de la casa. Para mi horror, había salido y caminaba hacia la camioneta.

-Déjame encargarme de todo – dije, guardando la bola de nieve – no digas ni una palabra, ¡ni una!

Peter salió y se acercó a mi puerta para abrirme. Nos encontramos con mi mamá a medio camino.

-No sabía que ibas a salir – me dijo, sonriendo, pero no de felicidad
-Fue algo de último minuto – expliqué
-Es un gusto el conocerte finalmente – dijo, dirigiéndose a Peter – aparentemente mi hija es una gran fan

Abrí mi boca para dar una introducción breve y mandar a Peter a casa, pero mamá me ganó.

-Soy la mamá de Lali. María José
-Este es Peter – dije, pensando en algo más para decir
-Lali me ha contado que eres un nadador – dijo mamá
-¿Un nadador?
-¿Estás en el equipo de natación del colegio?
-Algo más…recreacional – dijo Peter, mirándome interrogativo
-Bueno, eso también es bueno – dijo mamá - ¿Dónde nadas?
-En los ríos y lagos
-¿No es muy frío?
-¡Muy bien! – dije – Peter necesita irse - ¡Anda! Le dije con la boca, sin emitir sonido
-Esa es una linda camioneta – dijo mamá - ¿Tus padres te la compraron?
-Yo mismo la conseguí
-Debes de tener un buen trabajo
-Soy mesero en un restaurante mexicano – mi madre frunció el ceño
-Espero que el trabajo no se interponga en los estudios. Personalmente, no creo que los estudiantes de secundaria deban trabajar durante el año escolar – Peter sonrió
-No ha sido un problema
-¿Te molesta si te pregunto cuál es tu promedio? ¿O es muy rudo? – preguntó mamá
-Eh…se está haciendo tarde – dije, alzando la voz
-Dos punto dos, de cinco – dijo Peter
-Está bromeando – dije, rápidamente – Peter tiene que hacer cosas. Ir a ciertos lugares, jugar billar… - me tapé la boca ante mi estupidez
-¿Jugar? – preguntó mamá, confundida
-Lali se está refiriendo a Los Juegos de Bo – Peter explicó – pero no me estoy yendo para allá. Tengo que hacer un par de mandados
-Nunca he ido a ese lugar – dijo ella
-No es tan divertido – dije – no te estás perdiendo de nada
-Espera – dijo mamá - ¿Está en la costa? ¿Cerca al puerto? ¿No hubo un tiroteo ahí, hace unos años?
-Es más tranquilo de lo que solía ser – dijo Peter
-¿Te gustaría entrar para comer un poco de helado? – preguntó mamá – sólo tenemos vainilla, tiene un par de semanas – no sé si se hacía la educada o realmente quería hacerlo pasar
-Tengo que irme – respondió Peter, negando con la cabeza – tal vez la próxima vez. Fue un gusto conocerla, María José

Aproveché ese instante para empujar a mamá hacia la puerta, aliviada que la conversación no haya resultado tan grave. De pronto, mi madre se volteó.

-¿Qué fue lo que hicieron tú y Lali esta noche? – le preguntó a Peter

El aludido me miró y alzó sus cejas.

-Compramos comida – respondí rápidamente – Sándwiches y gaseosas. Una noche puramente inofensiva

El problema era que mis sentimientos hacia Peter no eran nada inofensivos. 

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