Aproveché que mi mamá se quedaba en el trabajo para salir a averiguar más sobre Pablo. Estaba segura que él había asesinado a aquella chica de su antiguo colegio; simplemente, tenía que ser él y no por los motivos que había mencionado Cande, sino porque realmente lo creía. Así que decidí irme hasta dónde él estudiaba antes, Mandalay. Llegué a uno de los restaurantes más conocidos cerca al colegio y me puse a conversar con el cajero. Él me aclaró las dudas, ya que consideraba que Pablo sí había estado involucrado en el asesinato. Al menos contaba con su opinión, pero no era prueba suficiente.
Cuando salí ya era de noche y
hacía demasiado frío. Estaba a unos pasos de la parada del bus cuando la
sensación familiar de escalofríos recorrió mi cuello. Había sentido aquello la
noche en la que estaba segura que alguien me observaba desde mi ventana, en la
feria, y el día en que atacaron a Cande. Me incliné hacia abajo, pretendiendo
amarrar mis zapatos y observé a mi dos lados. Pero, todo estaba vacío.
La luz de la vereda cambió, y me
empecé a mover más rápido, con el miedo llenando mi cuerpo. Corté camino por un
pasillo, detrás de un bar, pasé un grupo de fumadores, y salí en la siguiente
calle. Escuché el sonido del bus, y un momento después ya me estaba subiendo,
para regresar a casa. Era la única pasajera. Justo cuando me senté, recibí un
mensaje de texto de Cande.
-¿Dónde estás?
-Por el Mandalay – le respondí -
¿tú?
-Yo también. En una fiesta con
Pablo y Jaime. Hay que encontrarnos
-¿Por qué estás ahí?
No esperé a que me respondiera,
la llamé inmediatamente. Así era más rápido.
-¿Y? ¿Qué dices? – dijo Cande -
¿Estás con ánimos de ir a una fiesta?
-¿Tú mamá sabe que estás en una
fiesta con dos chicos?
-Empiezas a sonar neurótica
-¡No puedo creer que hayas ido a
una fiesta con Pablo! ¿Sabe él que estás hablando conmigo por teléfono?
-¿Así él puede ir a matarte? No,
lo siento. Él y Jaime fueron hacia no sé dónde a recoger algo, y estoy bailando
sola. ¡Ey! – gritó - ¡Quita tus manos de encima! ¿Lali? – volvió a dirigirse a
mí – No estoy exactamente en la mejor área
-¿Dónde estás
-Espera…está bien, estoy en la
Calle de los Suspiros Número 1727
-Estaré ahí apenas pueda. Pero no
me voy a quedar, me voy a ir a casa y tú vendrás conmigo. ¡Detenga el bus! – le
dije al conductor
Me bajé del mismo después de
preguntarle al conductor cómo llegar a la Calle de los Suspiros. Pero, apenas
caminé un par de cuadras, el escenario cambió drásticamente. Las paredes de los
edificios estaban llenas de grafiti, las ventanas estaban oscuras y las calles,
desoladas. Entre la oscuridad escuché un sonido; era una señora que empujaba un
carrito lleno de basura. Sus ojos estaban oscuros y planos.
-¿Qué tenemos aquí? – preguntó,
mostrando su boca sin dientes – Parece una chaqueta, guantes y un hermoso
sombrero – dijo, estudiándome – Siempre quise una ropa así
-Hola – dije, aferrando mi
cartera a mi cuerpo - ¿Por favor, puede decirme cuánto falta para llegar a la
Calle de los Suspiros? El conductor del bus me dijo que era en esta dirección
-¿Te dijo eso? – dijo, sonando
irritada – Conozco la ruta y no es por aquí
-¿Cree que puede ayudarme a
llegar? – pregunté
-Me acuerdo de las direcciones –
dijo, señalando su cabeza – Todo lo tengo acá arriba
-¿Por dónde voy? – insistí
-Pero no puedo darte esa
información gratis – dijo – Eso te va a costar
-No tengo dinero – era cierto,
solo tenía unas cuantas monedas para regresar a casa
-Tienes una linda chaqueta y me
estoy congelando aquí afuera. ¿Quieres que te diga cómo llegar o no?
No podía creer que estuviese en
esa situación. Sin más remedio, me quité la chaqueta y se la di. Me dio un
escalofrío, me estaba congelando. Me abracé a mí misma, intentando darme algo
de calor.
-¿Por favor me puede decir ahora
cómo ir?
-¿Quieres el camino corto o
largo?
-Coorrtoo – dije como pude
-Eso también te va a costar. El
camino corto tiene un costo adicional. Como dije, siempre quise un sombrero de
lana
Me lo quité, enfriándome aún más,
y se lo extendí.
-¿La Calle de los Suspiros? –
insistí
-¿Ves ese pasillo? – dijo,
apuntando detrás de mí – Anda por ahí y saldrás a dónde quieres
-¿Eso es todo? – dije, incrédula
- ¿Tan solo una cuadra?
-La buena noticia es que es el
camino corto. La mala, es que ningún camino se hace corto con este clima. Claro, ahora estoy caliente y linda con tus cosas. Dame esos guantes y te
llevaré hasta allá yo misma
-Me las arreglaré – respondí
Ella se encogió de hombros y se
alejó de mí. El pasillo estaba oscuro y lleno de basura. Mientras caminaba,
busqué mi celular en mi bolsillo para llamar a Cande y decirle que estaba por
llegar, cuando me acordé que mi celular estaba en mi chaqueta. Genial, pensé.
Las cosas empeoraron cuando volteé en la otra calle y un auto negro pasó a mi
lado, con sus luces totalmente prendidas. Por razones que no puedo explicar, me
metí entre las sombras.
La puerta del auto se abrió y
empezó un tiroteo. Dos disparos. La puerta del auto se cerró y el auto negro
desapareció. Podía escuchar mi corazón latiendo alocadamente en mi pecho.
Empecé a correr, alejándome de mi escondite y en medio de la calle encontré el
cuerpo de una señora lleno de sangre. Inmediatamente me arrodillé a su lado.
-¿Se encuentra bien? – pregunté
La volteé de tal manera que quedó
de espaldas. Su boca estaba abierta, sus ojos también, llenos de horror. La
sangre corría por su chaqueta, aquella que había estado usando hace tres
minutos. Sentí la urgencia de alejarme de ahí cuánto antes, pero necesitaba
encontrar mi celular para llamar por ayuda. Busqué en los bolsillos, pero no
estaba. Sin embargo, había un teléfono público en la esquina de la calle. Corrí
para llamar a la ambulancia.
Mientras esperaba a que me
responda la operadora, miré de nuevo hacia el cuerpo de la mujer, y fue ahí
cuando sentí un escalofrío y el terror. El cuerpo ya no estaba. Con la mano
temblorosa, colgué. El sonido de pasos acercándose llenó mis oídos, pero no
podía descifrar si estaban cerca o lejos. Él está aquí, pensé, el hombre de la
máscara.
Metí un par de monedas en el
teléfono e intenté recordar el número de celular de Peter. Recordé el primer
día que lo conocí y los números que había escrito en mi mano. Deseando que sea
el correcto, marqué.
-¿Aló? – respondió él
Casi sollozo ante su voz. Podía
escuchar el sonido de las bolas de billar chocando una contra otra, sabía que
estaba en Los Juegos de Bo.
-Soy yo
-¿Lali?
-Estoy por el colegio Mandalay.
Por la Calle de los Suspiros. ¿Puedes recogerme? Es urgente
Apenas colgué, intenté no pensar
en nada más que en pronto Peter vendría por mí. Durante diez minutos estuve
así, hasta que la camioneta de Peter se aparcó a mi lado. Salió del auto y se
acercó a mí, extendiéndome su chaqueta. Me ayudó a ponérmela y me di cuenta que
también tenía una capucha. Sentí el calor empezar a expandirse por mi cuerpo.
-Entremos al auto – dijo
Me cargó en sus brazos y enredé
los míos en su cuello, enterrando mi cabeza en su pecho.
-Creo que me voy a enfermar –
dije – necesito mis pastillas
-Shh – dijo, estrechándome – Va a
estar todo bien. Ya estoy aquí – asentí – Vayámonos de aquí
-Necesitamos encontrar a Cande –
dije – Ella está en una fiesta, como a una cuadra de aquí
Mientras Peter manejaba, me di
cuenta que nunca había sentido tanto miedo.
-¿Estabas en medio de un juego de
billar? – pregunté, intentando disipar mis pensamientos
-Sí y estaba ganando. Ya estamos
dónde dices, ¿cuál es el número?
-No lo recuerdo – dije - ¿Tienes
celular?
-La batería está baja – me dijo,
extendiéndome su celular – No sé si hará la llamada
Le mandé un mensaje de texto a
Cande.
-¿Dónde estás?
-Cambio de planes – contestó –
Parece que P y J no encontraron lo que estaban buscando. Nos vamos a casa – la pantalla
del celular se puso negra
-Murió – le dije a Peter -
¿Tienes cargador?
-No conmigo
-Cande está regresando a casa.
¿Crees que puedas dejarme ahí?
Minutos después, estábamos
regresando.
-¿Me vas a decir qué sucedió? –
preguntó Peter
No sabía si contarle o no lo que
había pasado. Le podía cómo la señora me quitó la chaqueta y luego le
dispararon. Le podía decir que la bala era para mí. Luego podía tratar de
explicarme cómo su cuerpo había desaparecido. Pero, me acordé de la mirada del
policía cuando le conté que alguien había entrado a mi habitación. No quería
que se vuelvan a reír de mí, no ahora.
-Me perdí y una vagabunda me
amenazó – dije – Ella me habló de mi chaqueta…y se la tuve que dar, así cómo mi
sombrero de lana
-¿Qué hacías por aquí?
-Encontrándome con Cande en una
fiesta
Estábamos en la mitad del camino
cuando de pronto el auto se detuvo.
-Espera – dijo, saliendo del auto
y desapareciendo
Un minuto después, regresó. Se
secó sus manos en su pantalón y me habló a través de la ventana del auto.
-Malas noticias – dijo – Es el
motor. Que descanse en paz
-¿No se puede prender más el
auto? – pregunté, confundida
-No, a menos que lo empujemos. ¿Dónde
está tu celular?
-Lo perdí – sonrió
-Déjame adivinar. Estaba en tu
chaqueta – suspiró – Dos alternativas. Podemos esperar a que alguien pase y nos
lleve o podemos caminar a buscar un teléfono
Salí del auto y cerré la puerta
con fuerza. Golpeé la camioneta, enojada.
-Creo que hay un motel en la
siguiente cuadra. Iré a cooonseeeguir un policía – dije, como pude – Esspera aquí
– sonrió apenas
-No voy a perderte de vista. Te
ves un poco trastornada, Ángel. Iremos juntos
Cruzando mis brazos, me enfrente
a él. Con mis zapatos chatos, mis ojos estaban a la altura de su pecho. Tuve
que alzar mi cuello para mirarlo.
-No voy a ir a ningún motel
contigo
-¿Crees que nosotros dos en un
sucio motel hagamos una combinación peligrosa?
Sí, de hecho. Ante mi no
respuesta, Peter se recostó en la camioneta.
-Podemos sentarnos aquí y
discutirlo – dijo – Pero la tormenta que está por venir no creo que nos deje
Como si la Madre Naturaleza
estuviese a sus órdenes, empezó a llover a cántaros. Fulminé a Peter con la
mirada y suspiré enojada.
Como siempre, tenía un punto.
-Vamos al motel – dije, resignada
***
¡Falta poco!
Me encanta, es genial, sigo si entender pq la quieren muerta y pq todo lo que ve después no lo ve! más!!!
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