jueves, 6 de septiembre de 2012

Ángeles Caídos I: Veintidós

Veinte minutos después, Peter y yo estábamos en la entrada de un motel de bajo costo. En la mesa de la entrada estaba un recepcionista, comiendo un pan con pollo.

-¿Qué será? – dijo él - ¿Sólo ustedes dos?
-Necesitamos que nos preste su teléfono – dije como pude
-No, no puedo. No funciona la línea, culpa a la tormenta
-¿Qué quiere decir con eso? ¿No tiene un celular?
-Ella quiere una habitación para no fumadores – dijo Peter y lo fulminé con la mirada
-A ver tengo… - empezó el recepcionista, mirando las llaves - ¡Listo! Una habitación grande para no fumadores
-La tomaremos – dijo Peter y sonrió
-¿Cómo quiere pagar? – preguntó
-En efectivo – dijo Peter
-Es un pago popular por aquí. Un montón de chicos no quieren que sus actividades extracurriculares sean averiguadas

De pronto la luz se fue y di un salto del susto. La parte lógica de mi cerebro me estaba diciendo que realmente no podía estar considerando el pasar la noche en un motel con Peter.

-Esto es una locura – le susurré a Peter
-Yo estoy loco – dijo él, sonriendo – Por ti. ¿Cuánto tiempo más la luz estará sin servicio? – dijo esto último dirigiéndose al recepcionista
-Tengo algo para sobrevivir – respondió el aludido – Velas – colocó dos en frente nuestro – Pongan uno en el baño y otro cerca en la cama, así no notarán la diferencia
-Gracias – dijo Peter, sosteniéndome por el hombro y llevándome por el pasillo

En la habitación número 106, Peter cerró la puerta detrás de nosotros. Colocó una vela en la mesa de noche. Luego, se quitó su gorra de béisbol, sacudiendo su cabello, quitando las gotas de lluvia.

-Necesitas un baño caliente – dijo, asomándose en el baño – Parece que hay un jabón y dos toallas
-No me puedes forzar a quedarme aquí – me quejé
-Eso suena más como una pregunta que una afirmación – se defendió
-Entonces, contéstala – sonrió ampliamente
-Es difícil concentrarse en respuestas cuando te ves así

Lo fulminé con la mirada antes de meterme al baño y cerrar la puerta. Prendí el agua caliente y me metí dentro, y mis pensamientos volaron. Una parte de mi cerebro se rió de mí. Antes me había sentido atraída hacia Peter por algo misterioso. Ahora me sentía atraído hacia él por algo completamente diferente, algo con un montón de calor involucrado. Esta noche sin duda alguna, había una conexión entre los dos. De una escala de uno al diez, eso me aterrorizaba en un ocho, y me excitaba en un nueve.

Cerré la canilla y salí de la ducha. Una vez que me sequé con la toalla, me quedé pensando qué ropa me pondría. La mía estaba completamente mojada, sólo había sobrevivido mi camisola y mis medias. Eso fue lo que finalmente me puse.

-¿Peter? – susurré, asomándome por la puerta
-¿Terminaste?
-Apaga la vela
-Listo – susurró y rió

Finalmente salí del baño y me mezclé con la oscuridad. Podía sentir la respiración de Peter justo en frente de mí. No quería pensar qué cosa estaba o no estaba usando.

-Mi ropa está empapada. No tengo nada que ponerme – confesé
-Qué suerte la mía – se quitó su camisa y la lanzó al suelo
-Esto es realmente incómodo – dije y sentí que sonreía – Deberías bañarte, ahora
-¿Tan mal huelo?

De hecho, olía demasiado bien.

Peter desapareció dentro del baño. Prendió la vela de nuevo y dejó la puerta entre abierta, una pequeña luz saliendo por la rendija. Me recosté contra la pared y me deslicé por la misma hasta que llegué al suelo. Me quedé unos minutos pensando en todo lo que había pasado y en mis ganas irrefutables de escaparme. No podía dejar sola a Cande, Pablo era peligroso. Pero, también contaba con escasas posibilidades de escapar.

De pronto, el sonido del agua se detuvo y un momento después, Peter salió del baño tan solo utilizando sus pantalones mojados. Dejó la vela prendida y la puerta abierta, podía ver completamente su pecho desnudo. Seguramente iba bastante al gimnasio por la forma de sus músculos formados.

-¿Qué lado de la cama quieres? – preguntó
-Eh…
-¿Nerviosa? – preguntó, sonriendo
-No – dije, intentando sonar confiada
-Eres una mala mentirosa – dijo, aún sonriendo – La peor que he conocido

Coloqué mis manos en mi cadera, como diciendo…¿perdóname?

-Ven aquí – dijo, levantándome del suelo

Un espejo colgaba en la pared detrás de él y por encima de su hombro pude ver la cicatriz con la V, brillando en su espalda. Todo mi cuerpo se puso rígido. Sin pensarlo, deslicé mis manos por su pecho y alrededor de su cuello. Mi dedo índice acarició su cicatriz. Peter se tensó ante mi toque. Me congelé. Me tomó un instante darme cuenta que no era mi dedo el que se movía, sino yo. Completamente.

Me inserté en un hueco suave, oscuro y todo se puso negro.


***

Se termina el viernes. ¡¿Qué esperas?!

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