sábado, 1 de septiembre de 2012

Ángeles Caídos I: Diecisiete

Todo el sábado estuvo lloviendo y yo me senté cerca a la ventana observando cómo caían las gotas. Tenía una copia del libro Hamlet en mis piernas, un lapicero en mi oreja y una barra de chocolate vacía, a la altura de mis pies. La hoja con las preguntas de comprensión lectora estaba en mi mesita de noche, y estaba tan blanca como me la había entregado mi profesora hace dos días.

Mi madre se había ido a su clase de yoga hace como treinta minutos, y mientras yo practicaba diferentes formas de decirle acerca de mi cita con Peter, al final la dejé ir sin decirle nada. Me dije a mí misma que no pasaba nada, ya tenía dieciséis años y podía decidir cuándo dejar la casa, pero la verdad era que, debí decirle que iba a salir. Perfecto. Ahora me iba a sentir culpable toda la noche.

Cuando el reloj dio las 4:30 de la tarde, dejé mis cosas a un lado y di vueltas por la habitación. Había estrado haciendo tareas casi todo el día y eso había mantenido mi mente fuera de la cita de esta noche. Pero ahora que faltaban pocos minutos, la anticipación me puso nerviosa. Quiera o no quiera pensarlo, Peter y yo teníamos algo que no habíamos terminado. Nuestro último beso se cortó. Tarde o temprano, el beso tendría que resolverse.

Me posicioné en frente del espejo e hice inventario. El maquillaje tenía que ser mínimo. Podía ponerme un poco de pintalabios. Finalmente me coloqué unos aretes no tan largos, unos jeans y balerinas (unos zapatos planos); además de una bufanda azul y el cabello suelto. Me detuve cuando alguien tocó la puerta de mi casa.

-¡Voy! – dije, bajando rápidamente las escaleras
-Lali Espósito – dijo el policía, detrás de la puerta – nos volvemos a ver
-¿Qué está haciendo aquí?
-¿Le importa si entro y le hago un par de preguntas?
-¿Qué sucede?
-¿Está su madre?
-Está en clases de yoga. ¿Por qué? ¿Qué sucede?

Ingresó a la casa y cerré la puerta.

-¿Puede decirme qué pasó entre tú y Paula Recca en la biblioteca del colegio el día miércoles por la noche?
-¿Paula está bien? – pregunté

La odiaba, pero no para desear que algo realmente malo le pase.

-¿Qué le hace pensar que ella no está bien?
-No le hice nada a Paula
-¿Por qué ustedes dos estaban peleando? El de seguridad nos dijo que las tuvo que botar
-Nos dijimos un par de cosas – dije
-¿Qué clase de cosas?
-Cosas estúpidas
-Necesito que me digas exactamente, Lali
-Le dije que era una cerda anoréxica – me sonrojé ante la humillación
-¿La amenazaste?
-No
-¿A dónde fuiste después del incidente?
-A casa
-¿Seguiste a Paula?
-No. Como dije, vine a casa. ¿Me van a decir qué le pasó a Paula?
-¿Alguien es testigo de lo que dices?
-Mi compañero de biología. Él me vio en la biblioteca y me ofreció traerme a casa
-Cuéntanos sobre este compañero
-¿Qué clase de pregunta es esa?
-Es una pregunta básica, pero si quieres que sea más específico, lo seré. Cuando estuve en la secundaria, sólo ofrecía llevar a casa a chicas que me interesaban. ¿Cuál es tu relación con este compañero de biología…quiero decir, fuera del salón?
-¿Está bromeando, verdad?
-Eso es lo que pensé. ¿Hiciste que tu novio golpee a Paula Recca?
-¿Golpearon a Paula?
-¿Quiere enseñarle qué le pasa a las chicas que no mantienen su boca cerrada? ¿Usted creyó que ella se merecía ser golpeada así? Conozco chicas como Paula, así habían en mi colegio. ¿Ellas lo buscan, verdad? ¿Paula buscó que le hicieran eso, Lali? Alguien la golpeó bastante fuerte la noche del miércoles, y creo que tú sabes más de lo que dices. Vamos a tener que hablar con su novio
-Él no es mi novio. Es mi compañero de biología
-¿Está viniendo para acá?

No podía aceptar la idea de que Peter le haya hecho daño a Paula. Sé que justo yo se lo había comentado, pero podía ser pura coincidencia. Paula no era la persona más linda y había ganado un montón de enemigos, capaces de hacer brutalidades.

-No – mentí
-¿Estás vestida para quedarte en casa?
-Algo así
-Vamos a necesitar su nombre y número – dijo el policía, sacando un papel con un lapicero

Diez minutos después de que se fue el policía, una camioneta negra se estacionó en mi puerta. Peter salió del auto, corriendo hacia la sombra porque estaba lloviendo.

-¿Nuevo auto? – pregunté, después de abrirle la puerta
-La gané unas noches atrás, por un juego de billar
-¿Alguien apostó su auto?
-No estaba feliz con ello
-¿Oíste lo que le pasó a Paula? – pregunté
-No. ¿Qué pasó? – su respuesta sonó demasiado sincera
-Alguien la golpeó
-Una lástima
-¿Tienes idea de quién pudo haberlo hecho?
-No

Leer mentiras no era mi punto fuerte, así que creí en que decía la verdad. Peter estacionó en “Los Juegos de Bo”. Cuando llegamos al frente de la fila de entrada, el cajero miró primero a Peter y luego a mí.

-¿Qué pasa? – preguntó Peter y colocó treinta dólares en su mano
-¿Qué miras? – preguntó el cajero, cuando no pude apartar mi mirada de sus tatuajes
-Me gusta tu… - empecé, pero me enseñó sus dientes de perro – creo que no le gusto – le susurré a Peter cuando nos alejamos
-A Bo no le gusta nadie
-¿Ese es Bo, el del nombre del lugar?
-Ese es el Bo pequeño. El papá falleció hace unos años
-¿Cómo? – pregunté
-En una pelea. Abajo
-¿Estamos seguros? – pregunté
-Ángel – dijo, mirándome de reojo
-Sólo pregunto

Abajo, el lugar se veía exactamente cómo la primera noche que había venido. Peter escogió la mesa más alejada de las escaleras. Sacó dos gaseosas de la barra y las colocó encima de la mesa de billar.

-Nunca he jugado billar – confesé
-Coge un palo – dijo, señalando al costado

Mientras traía uno, Peter sonrió.

-¿Qué? – pregunté
-Estás sosteniendo tu palo como si fuera un bate de béisbol
-Se siente cómodo de esa manera

Se colocó detrás de mí, poniendo sus manos en mi cadera, y me posicionó en frente de la mesa. Deslizó sus manos alrededor de mí y agarró el palo.

-Así – dijo, moviendo mi mano hacia arriba – y esto – continuó, tomando mi mano izquierda y formando un círculo con mi dedo pulgar e índice – inclina tu cuerpo – lo hice, con la respiración de Peter en mi cuello mientras él colocaba el palo frente a la bola - ¿Qué bola quieres golpear? – preguntó, refiriéndose al triángulo de bolas arreglado al final de la mesa – La amarilla del frente es una buena opción
-El rojo es mi color favorito
-Entonces la bola roja

Peter movió el palo hacia adelante y atrás, por el círculo que formaban mis dedos, apuntando hacia la bola.

-Estás un poquito fuera del ángulo – dije y lo sentí sonreír
-¿Cuánto quieres apostar?
-Cinco dólares – lo sentí sacudir su cabeza
-Tu chaqueta
-¿Quieres mi chaqueta?
-La quiero fuera de tu cuerpo

Mi brazo se movió hacia adelante y el palo rozó mis dedos, golpeando la bola blanca. Esta impactó con la roja y movió todo el triángulo, haciendo que las demás bolas vayan en diferentes direcciones.

-Está bien – dije, quitándome la chaqueta – tal vez estoy un poco impresionada
-Lindo – dijo, mirándome de pies a cabeza
-Cinco dólares a que no puedes meter la bola azul – dije, señalando cualquiera
-No quiero tu dinero – dijo Peter

Nuestros ojos se encontraron y una sonrisa pequeña apareció en su rostro. Mi temperatura interna subió un grado.

-¿Qué quieres? – pregunté

Peter bajó su palo hacia la mesa y golpeó la bola blanca. Esta golpeó la verde, luego la amarilla y finalmente insertó la azul. Reí nerviosa.

-Está bien, tal vez estoy más que impresionada

Peter aún estaba inclinado sobre la mesa, y alzó su mirada para verme. Aquello me hizo sonrojar.

-Nunca acordamos una apuesta – dije
-Me debes – dijo él – algún día lo cobraré – reí
-Sueña

Se escucharon pasos por las escaleras. Un chico alto y con cabello largo, apareció de pronto. Primero miró a Peter y luego a mí. Una sonrisa pequeña apareció y se acercó a nosotros, agarrando mi gaseosa que la había dejado encima de la mesa.

-Discúlpeme, pero creo que esa… - empecé
-No me dijiste que tenía ojos tan suaves – le dijo a Peter, tenía un acento diferente
-Y yo no le dije lo duro que eres – devolvió Peter
-Mi nombre es Rixon, amor – me dijo
-Lali – dije, estirando mi mano entre la suya
-¿Interrumpo algo? – preguntó Rixon, mirándonos a los dos
-No – dije al mismo tiempo que Peter respondía “Sí”

De pronto, Rixon golpeó el hombro de Peter divertido y los dos cayeron al suelo, rodando y lanzando golpes. Hubo un sonido de risas y luego pude ver el cuerpo de Peter. Tenía un par de cortes en su brazo.

-¡Quítate de encima! – gritó Rixon

Peter lo hizo y mientras se puso de pie su polo se abrió, estaba cortado. Se lo quitó y lo lanzó al bote de basura.

-Dame tu camisa – le dijo a Rixon
-¿Qué crees Lali? – me preguntó el aludido, guiñándome el ojo - ¿Le debemos dar la camisa? – Peter se acercó a él – tranquilo – agregó Rixon, quitándose la camisa - ¿Ya te contó cómo obtuvo su apodo, verdad? – preguntó Rixon, mientras Peter se cambiaba
-¿Perdón?
-Antes de que nuestro buen amigo Peter se metiera a jugar billar, él hacía boxeo. No era bueno en ello. Así que lo empecé a entrenar y terminó siendo tan bueno como la roca. Eso es lo que significa su nombre, Peter.

Peter me miró y me sonrió. Me dio un poco de miedo, pero en el fondo, esa sonrisa tenía un sentido de deseo. Peter inclinó su cabeza hacia las escaleras y estiró su mano para que la cogiera.

-Salgamos de aquí – me dijo
-¿A dónde estamos yendo? – pregunté
-Ya verás

1 comentario:

  1. Cada vez entiendo más y en cada capitulo aparece alguien más golpeado, nos vamos quedando sin gente para maltratar je!! Más!!

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