lunes, 20 de agosto de 2012

Ángeles Caídos I: Cinco

Minutos después, Cande y yo parecíamos ladronas o agentes secretos de una película de acción. Ella verificaba que nadie viniese y yo me encargaba de buscar el archivo con los documentos y data de Peter. Entrar a aquel cuarto con los documentos no había sido fácil, pero finalmente lo habíamos logrado. Y no pude evitar reír cuando Cande me contó que había llamado a la enfermera de un teléfono público, diciéndole que había amenaza de bomba. Eso hizo que nadie cuidara el cuarto. Lamentablemente, no encontré nada en el archivo, es decir, estaba vacío.

Después de aquel fiasco, Cande y yo nos encontramos en un restaurante mexicano. Luego de pedir nuestra orden, mientras Cande estaba en el baño, me concentré en un chico que estaba a unas cuantas mesas. Había algo familiar en la manera en que se movía. Y, como si sospechara que lo estaban viendo, se volteó, sus ojos enfocándose en los míos en el mismo momento en que me di cuenta por qué me era tan familiar. Era Peter.

No podía creerlo, me había olvidado que me había dicho que trabajaba en este restaurante mexicano. Limpiando sus manos en su mandil, caminó hacia nosotras, disfrutando de la incomodad que se notaba en mi rostro.

-Bueno, bueno – dijo - ¿no es suficiente cinco días a la semana a mi lado? ¿También tienes que visitarme por las tardes?
-Me disculpo por la coincidencia desafortunada

Se sentó en el asiento de Cande. Estiró sus manos sobre la mesa, jugando con mi vaso.

-Todos los asientos están ocupados – dije, cuando no respondió - ¿no deberías de estar trabajando en lugar de hablar con los clientes? – sonrió
-¿Qué harás el domingo por la noche? – bufé, accidentalmente
-¿Me estás invitando a salir?
-Te estás volviendo presumida. Me gusta eso, Ángel
-No me importa lo que te guste. No voy a salir contigo, no en una cita, no a solas – ni siquiera lo había mencionado, pero ya me estaba haciendo la idea de una cita con él – espera, ¿me acabas de llamar Ángel?
-¿Si lo hice?
-No me gusta – sonrió
-Se queda. Ángel

Se inclinó sobre la mesa, alzó su mano hacia mi rostro y corrió su pulgar sobre la esquina de mi boca. Muy tarde, me alejé. Limpió el pintalabios que se había quedado en su dedo.

-Te ves mejor sin él

Intenté recordar lo que estábamos hablando, pero fue difícil por su toque.

-Como sea, no me permiten salir de noche cuando al día siguiente hay clases
-Qué mal. Hay una fiesta en la costa, pensé que podíamos ir – realmente sonaba sincero
-Bueno, como dije, no puedo. Si es una fiesta en la que tú estás interesando, puedo garantizarte que yo no lo estaré – hubo un silencio - ¿igual, por qué me estás diciendo para salir?

Hasta este momento, me había dicho a mí misma que no me importaba lo que Peter pensase de mí. Pero ahora, sabía que era mentira. Aunque probablemente él me estaba acosando, me daba la suficiente curiosidad como para ir casi a todos lados con él.

-Quiero estar a solas contigo
-Escucha, Peter, no quiero ser ruda pero…
-Ya lo eres
-Bueno, ¡tú empezaste! No puedo ir a la fiesta. Fin de la historia
-¿Por qué no puedes salir de noche cuando hay clases  o porque tienes miedo de estar a solas conmigo?
-Ambas
-¿Tienes miedo de todos los chicos….o sólo de mí?

Rodé mis ojos como diciendo, no voy a contestar esa pregunta tan insana.

-¿Te hago sentir inquieta? – estaba serio, pero sabía que escondía una sonrisa

Sí, de hecho, tenía ese efecto en mí. También tenía la tendencia de quitar cualquier pensamiento lógico de mi mente.

-Lo siento – dije - ¿de qué estábamos hablando?
-De ti
-¿De mí?
-De tu vida personal – reí
-Si esto se trata de mí…y el sexo opuesto…Cande ya me dio el discurso. No necesito escucharlo dos veces
-¿Y qué dijo la sabia Cande?
-No entiendo por qué estarías interesado
-¿Interesado? Estamos hablando de ti. Estoy fascinado – sonrió y me aceleró el pulso
-Creo que deberías volver al trabajo
-No vale la pena, me gusta la idea que no haya ningún chico en el colegio que cumpla con tus expectativas
-Me olvidé que sabes todo sobre mis expectativas – me estudió de tal manera que me sentí desnuda
-No eres cautelosa Lali. Ni siquiera tímida. Solo necesitas una buena razón para conocer a alguien
-No quiero hablar más sobre mí
-Crees que conoces a todos
-No es verdad – dije – por ejemplo, no sé mucho de ti
-No estás lista para conocerme
-Miré tu data estudiantil – me miró fijamente
-Estoy seguro que eso es ilegal – dijo, calmado
-Tu data estaba vacía. Nada, ni siquiera un registro de vacunación
-¿Y me estás diciendo esto porque tienes miedo que me pase algo? ¿Sarampión? ¿Paperas?
-Te digo esto porque quiero que sepas que yo sé que algo no anda bien contigo. Nos has engañado a todos, voy a averiguar en qué andas. Voy a exponerte
-Lo espero con ansias

De pronto, encima de la cabeza de Peter, Cande caminaba hacia nosotros.

-Cande está viniendo. Tienes que irte – se quedó inmóvil, mirándome - ¿por qué me miras así?
-Porque no eres nada de lo que esperaba – dijo, levantándose
-Tú tampoco. Eres peor

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