jueves, 23 de agosto de 2012

Ángeles Caídos I: Siete

Era sábado por la noche, Dorotea y yo estábamos en la cocina. Ella estaba limpiando la cocina.

-Tu madre llamó. No llegará hasta el domingo por la noche – dijo Dorotea – dejó un mensaje en el contestador. Quiere que la llames. ¿La has estado llamando todas las noches antes de dormir?
-Ehmmm – dije, asintiendo
-Una carta del colegio llegó hoy. ¿Sabes por qué?
-Ni idea – me encogí de hombros, inocentemente

Pero, claro que sabía el por qué. Hace doce meses, la policía había ido a mi casa a darme malas noticias. Una semana después, fue el funeral de mi padre. Cada lunes, desde ese entonces, asistía a una cita con el psicólogo de mi colegio. Había faltado a las dos últimas sesiones de esta semana. La carta se trataba de ello.

-¿Tienes planes para esta noche? ¿Tú y Cande harán algo? ¿Tal vez una película acá en casa?
-Tal vez. Honestamente, Doro, puedes limpiar la cocina después. Ven y siéntate. Come conmigo los cereales – dije, enseñándole mi bol

Nos quedamos conversando con Doro, acerca de su vida, sus hijos, de cómo conoció a su esposo y lo mucho que aún se amaban después de cuarenta años de matrimonio. La charla se detuvo, cuando Cande me llamó al teléfono.

-¿Haremos algo esta noche? – quería saber, me quedé en silencio, pensando cómo decírselo - ¡ay dios! ¡ay dios! Acabo de derramar esmalte de uñas en el sofá. Espera, voy a traer papel mojado para limpiarlo. Espera, ¿el esmalte de uñas se puede limpiar con agua? – no dejó que contestara, porque inmediatamente se fue y regresó – creo que arruiné el sofá. Tenemos que salir esta noche. No quiero estar aquí cuando mi última obra de arte accidental sea descubierta
-¿Qué tal la pizzería Armando? – solté – Pablo y Jaime irán. Quieren encontrarnos ahí
-¡No me dijiste nada! Eso es información vital, Lali. Pasaré por ti en quince minutos

Apenas me colgó fui a mi habitación. Me puse una blusa blanca, jeans oscuros y mocasines azules. Me solté el cabello y me admiré en el espejo. Podía decir que estaba casi sexy. Después de quince minutos por reloj, Cande se estacionó en mi puerta y me llamó para que saliera.

-Iré a la pizzería Armando con Cande – le dije a Dorotea – si mamá llama, ¿le puedes dar el mensaje?
-¿Hasta allá? ¿Tan tarde?
-¡Sí! – grité, escapando por la puerta antes que proteste

Cande llevaba su cabello suelto, sus ondas brillando. Aretes largos caían en su oreja. Además de sus labios rojos y sus ojos delineados.

-¿Cómo lo haces? – pregunté – tuviste cinco minutos para arreglarte
-Siempre estoy preparada – sonrió y me miró de pies a cabeza
-¿Qué?
-Nos vamos a encontrar con chicos esta noche
-Sí…
-A los hombres les gustan las chicas que se ven como…chicas – arqueé mis cejas
-¿Y cómo me veo?
-Como si hubieses salido recién de la ducha y decidiste que así estabas presentable. No me malinterpretes, la ropa es bonita, el cabello está bien pero… - sacó algo de su cartera – siendo la amiga que soy, te presto mi pintalabios y mi delineador
-Paso – abrió su boca, entre divertida y seria
-¡Parece como si estuvieras desnuda!

La verdad, no sabía qué hacer con el maquillaje. No porque no me gustase, sino porque Peter no había sugerido nunca nada de maquillaje. Pero al final, me pinté un poco, y me dio lastima pensar que Peter no estaría ahí para verme y examinar qué tal me quedaba. Nos demoramos media hora en llegar. Al final, Pablo nos llamó avisando que nos encontraríamos en un puerto, donde había juegos, comida y entretenimiento; una especie de feria.

Luego de subirnos a una rueda, a los carros chocones, y otros tipos de juegos, decidimos que era momento de buscar a Pablo y Jaime.

-Mmm – dijo Cande, pensando dónde los podíamos encontrar ya que no atendían el celular
-El arcade – dije

Caminamos apenas unos pasos hacia los juegos de arcade, cuando lo vi. No a Pablo, ni a Jaime. Sino a Peter. Alzó la mirada, desviándola del video juego. Llevaba puesta la misma gorra que le había visto durante el juego de béisbol. Sonrió y al principio parecía amistoso, pero luego recordé cómo me había hablado en la mente y me congelé. Por suerte, Cande no lo había visto, así que la empujé, para que no lo pueda ver. No quería que iniciara una conversación con él.

-¡Ahí están! – dijo Cande, moviendo su mano - ¡Pablo! ¡Jaime! ¡Por aquí!
-Buenas noches, chicas – dijo Pablo, acercándose. Jaime hizo lo mismo pero no se lo veía tan entusiasmado - ¿Les puedo comprar a ambas una Coca Cola?
-Suena bien – dijo Cande – yo tomaré de dieta

Jaime murmuró una excusa que tenía que ir al baño y desapareció entre la multitud. Cinco minutos después, Pablo regresó con las gaseosas.

-¿Por dónde empezamos? – dijo
-¿Dónde está Jaime? – preguntó Cande
-Él nos encontrará
-¡Mira! – dijo Cande - ¡Fútbol de mesa! Jaime y yo contra ustedes dos. Los que pierden compran pizza
-Me parece justo – dijo Pablo

No es porque Jaime no aparecía, pero el juego hubiese estado más interesante si no fuese porque estábamos a pocos metros de distancia de Peter. Me dije a mí misma que debía ignorarlo, pero no podía dejar de verlo.

-Ey, Lali. ¿Ese no es Peter? – preguntó Cande
-¿Eh? – me hice la tonta
-Allá – apuntó - ¿Ese no es él?
-Lo dudo. ¿Entonces, jugamos otra partida?
-Peter es el compañero de biología de Lali – le explicó Cande a Pablo y yo la fulminé con la mirada – sigue mirando hacia aquí – agregó Cande, en voz baja – él se pregunta qué haces aquí con… - hizo un gesto a Pablo y fue más que obvio que él había entendido lo que ella había dicho
-Cállate – susurré
-Peter ha dejado más que en claro que le gustaría ser algo más que compañeros de clase con Lali – continuó Cande
-¿En serio? – dijo Pablo, mirándome nada sorprendido
-No es así – la corregí – es….
-El doble de malo – dijo Cande – Lali piensa que él la acosa. La policía está a punto de involucrarse
-¿Podemos jugar? – dije, en voz alta
-¿Quieres que hable con él? – me preguntó Pablo – le diré que no estamos buscando pelea. Le diré que estás aquí conmigo, y que si tiene problema, lo discuta conmigo
-¿Qué le pasó a Jaime? – pregunté – hasta ahora no vuelve
-Sí, tal vez se cayó en el inodoro – bromeó Cande
-Déjame hablar con Peter – insistió Pablo – él no me da miedo
-Mala idea – dije
-Genial idea – dijo Cande – sino, Peter puede volverse…violento. ¿Recuerdas la última vez?

No tenía idea de por qué Cande estaba haciendo esto, volviendo todo dramático.

-Sin ofender, pero este chico es un raro – dijo Pablo – dame dos minutos con él – empezó a caminar
-¡No! – dije – eh…él puede volverse violento de nuevo. Déjame arreglar esto
-¿Segura? Estoy más que feliz de hacerlo
-Creo que es mejor que lo haga yo

Tomé un respiro, limpié mis manos sudorosas y caminé hacia Peter. No tenía idea de qué iba a decirle, siendo positiva, un hola. Luego podía regresar y asegurarles a los chicos que todo estaba bajo control. Cuando llegué a la consola de Peter, puse una mano al lado de ésta, para atraer su atención.

-¿Pac-Man? ¿O es Donkey Kong? – sonrió apenas
-Béisbol. ¿Tal vez podrías ponerte detrás de mí y enseñarme un par de movimientos?

Obviamente no era ese juego, en la pantalla se veían golpes y sangre.

-¿Cuál es su nombre? – preguntó y yo sabía a quién se refería
-Pablo. Escucha, tengo que hacer esto rápida. Me están esperando
-¿Los he visto antes?
-Él es nuevo, lo acaban de transferir
-Primera semana en el colegio y ya está haciendo amigos. Chico con suerte. Puede que tenga un lado oscuro y peligroso que no conozcamos
-Parece ser mi especialidad – esperé a que captara la broma, pero no lo hizo
-¿Lista para un juego? – preguntó, haciendo un gesto hacia el final de la habitación
-¡Lali! – me llamó Cande – ven para acá. ¡Pablo me está ganando!
-No puedo – le dije a Peter
-Si gano – dijo, como si no quisiera ser rechazado – le dirás a Pablo que algo pasó. Le dirás que ya no estás libre esta noche – era demasiado arrogante
-¿Y si yo gano? – sus ojos me escanearon, de pies a cabeza
-No creo que tengamos que preocuparnos – golpeé su brazo – cuidado – dijo, en voz baja – puede que piensen que estamos coqueteando

Me sentía rara, entre querer matarlo y querer estar más cerca de él.

-Un juego de billar – tentó
-Estoy aquí con alguien más
-Anda hacia las mesas de billar. Yo me encargaré

Crucé mis brazos, esperando verme exasperada y enojada, pero al mismo tiempo, tenía que morderme el labio para evitar sonreír.

-¿Qué vas a hacer? ¿Pelear con Pablo?
-Sí es necesario, sí – estaba casi segura que estaba bromeando – una mesa de billar acaba de liberarse. Anda a reclamarla. Te …reto – susurró esto último en mi mente
-¿Cómo hiciste eso?

Cuando no lo negó, sentí pánico. Era real, él lo estaba haciendo.

-¿Cómo lo hiciste? – repetí y él sonrió
-¿Hacer qué?
-No – le advertí – no pretendas que no lo estás haciendo

Se inclinó contra la consola y me miró

-Dime qué se supone que estoy haciendo
-Mis…pensamientos
-¿Qué hay con ellos?
-Córtala, Peter
-Estás diciendo que…¿te hablo en tu mente? ¿Sabes lo loco que suena eso, verdad? – tragué
-Me asustas, y no estoy segura si eres bueno para mí
-Puedo cambiar tu mente
-¡Lali! – me llamó Cande
-Encuéntrame en el juego del Arcángel – dijo Peter y yo retrocedí
-No

Peter se puso detrás de mí y sentí un escalofrío.

-Te estaré esperando – susurró en mi oído antes de desaparecer

1 comentario:

  1. Me encanta, es muy intrigante el comportamiento de peter!! quiero más!!

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