jueves, 2 de agosto de 2012

Santificado: Deicinueve

Un ángel en mi puerta (parte uno)

Durante todos estos días, he sentido a Sam fuera del colegio. No me llama, pero lo siento y lo hace para que yo sepa que él está ahí, observándome. Y así, comienzan a complicarse las cosas. Mientras voy aprendiendo a bloquear a Sam, mis emociones, mis pensamientos para que no pueda leerme, mi madre empieza a quedarse en cama, sin levantarse y estando apenas despierta. En medio de la siguiente semana, una enfermera llega a la casa.

- No quiero que se preocupen por los detalles – dice mi madre un día, cuando Stefano y yo la estamos acompañando – Emi se va a encargar de todo, ¿de acuerdo? Sólo estén uno para el otro, es eso lo que quiero. ¿Pueden hacerlo?
- Está bien – digo
- Bien – murmura mi hermano y abandona la habitación

Mi madre suspira.

- Desearía que no estuviera tan enojado. Eso hará que las cosas sean más difíciles para él

Pero la verdad, yo también comienzo a sentirme aislada y enojada. Todo lo que tengo que hacer es ir al colegio, donde la presencia de Sam me mantiene alerta, y luego a casa, donde siempre pienso en que mamá se va a morir. Hablo con Ángela por teléfono, pero hemos decidido que mejor es no estar mucho juntas porque Sam no sabe que ella existe.

- Tengo una teoría – me dice una noche por el teléfono – sobre tu sueño. Tú sigues pensando que la razón por la que Peter no está ahí es porque está herido o algo
- Sí – digo - ¿cuál es tu punto?
- ¿Qué pasa si él no está ahí porque ustedes terminaron?
- ¿Por qué terminaríamos? – pregunto
- Porque se supone que tú deberías de estar con Thiago – dice – tal vez eso quiere decirte el sueño

Ese pensamiento me duele. Sé que sería mejor si veo a Peter en persona, besarlo y decirle que lo amo, que siempre estaré con él. No me importa lo que piensa Ángela, pero no puedo arriesgarme a ponerlo en peligro. De nuevo.

Estoy arriba, lavando la ropa cuando me pongo a pensar en lo que dijo Ángela. Tal vez termine con Peter y no por la razón que dice mi amiga; quizás porque yo quiero que él esté a salvo, quiero que tenga una vida normal, cosa que no es posible conmigo. Empiezo a sentir aquella presión en el pecho, esas ganas de gritar. Mi propia tristeza.

Voy a mi habitación, empiezo a hacer mi tarea y estoy triste. Hablo por teléfono con Cande, y estoy triste. Ella está emocionada sobre la universidad, cumpliendo sus sueños, pero yo estoy triste. Más tarde, cuando se termina de lavar la ropa, voy a la lavandería para sacarla; es ahí cuando de pronto la tristeza se va. De pronto me siento feliz, tan feliz que me dan ganas de reírme, Coloco una mano en mi boca y cierro mis ojos mientras el sentimiento llena mi cuerpo. No entiendo por qué, algo raro está sucediendo.

Suena el timbre de la casa y bajo corriendo a abrir la puerta. Me pongo de puntas de pie para mirar por la ventanita de la puerta. Me quedo sin aliento. Hay un ángel en la entrada de mi casa. Puedo sentirle. Un Alas Blancas para ser exacto, alto y con cabello dorado.

- ¿Papá? – pregunto, al abrir la puerta

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