jueves, 23 de agosto de 2012

Ángeles Caídos I: Ocho

Caminé de regreso hacia el fútbol de mesa. Pablo estaba inclinado sobre el mismo, su rostro en completa concentración. Cande estaba riéndose y Jaime aún estaba desaparecido.

-¿Y? – preguntó Cande - ¿Qué dijo?
-Nada. Le dije que no nos moleste y se fue
-Ni siquiera se veía molesto cuando se fue – dijo Pablo – sea lo que le hayas dicho, parece que funcionó
-Muy mal – dijo Cande – esperaba un poco de emoción
-¿Estamos listos para jugar? – preguntó Pablo – me está provocando una pizza
-Sí, si Jaime regresa – dijo Cande – empiezo a creer que tal vez no le caemos bien. Siempre desaparece
-¿Estás bromeando? Él las ama – dijo Pablo, con demasiado entusiasmo – sólo que es tímido con las personas que recién conoce. Iré a buscarlo, no se vayan

Apenas Cande y yo estuvimos solas, la fulminé con la mirada.

-Sabes que voy a matarte, ¿verdad?

Cande alzó sus manos y dio un paso hacia atrás.

-Te estaba haciendo un favor. Le gustas a Pablo y después que te fuiste le dije que tienes como a diez chicos llamándote todos los días. Deberías de haber visto su rostro, lleno de celos – gruñí
-Necesito algo – dije, mirando hacia la puerta
-Necesitas a Pablo
-No, necesito azúcar, mucho, demasiado. Necesito algodón de azúcar

En realidad lo que necesitaba, era quitarme a Peter de encima. Particularmente lo del habla por la mente. ¿Cómo lo hacía? A menos que…lo haya imaginado.

-Ya me provocaste – dijo Cande – vi a un vendedor en la entrada al parque. Me quedaré aquí así Jaime y Pablo no creen que nos escapamos, y tú puedes ir a buscar el algodón

Afuera, caminé hacia la entrada, pero cuando encontré al vendedor de algodón, me distraje por el juego del Arcángel. Me preguntaba por qué Peter me quería ver. Sin poder contenerme, me vi a mí misma caminando hacia el juego. Mantuve mi mirada en el Arcángel, mientras una montaña rusa funcionaba, dando vueltas. De pronto me sentí mareada. La sensación regresó, aquel frío que recorría mi cuello, como si alguien me estuviese observando.

Miré hacia ambos lados, no había nada anormal. Me volteé ciento y ochenta grados, una pequeña figura estaba escondida entre los árboles. Apenas lo vi, la figura se volteó y desapareció en la oscuridad. Con mi corazón latiendo desaforado, caminé entre la multitud. Miré de nuevo hacia atrás, nadie me seguía. Cuando volví la vista hacia adelante, me golpeé contra alguien.

-¡Perdón! – balbuceé

Peter me sonrió.

-Soy difícil de resistir
-Déjame en paz – intenté alejarme de él, pero me sostuvo por el hombro
-¿Qué sucede? Parece que estás a punto de vomitar
-Tienes ese efecto en mí – rió
-Deberías de tomar algo

Aún me tenía por el hombro así que me jaló hacia una carretilla de limonada.

-¿Quieres ayudarme? Aléjate de mí – corrió un mechón de pelo
-Amo tu pelo, me encanta cuando está fuera de control. Es como ver un lado de ti que necesita salir más seguido
-Tengo que irme – dije, alejándome – Cande me está esperando. Supongo que te veré el lunes en clase
-Súbete al Arcángel conmigo

Alcé la vista hacia el juego. Había gritos estridentes mientras los carros daban vueltas.

-Dos personas en un asiento – sonrió
-No
-Si sigues escapándote de mí, nunca vas a entender lo que realmente sucede

Ese comentario debió hacerme correr, pero no lo hizo. Es como si Peter supiera exactamente qué decir para tocar mi curiosidad. Exactamente qué decir, en el momento exacto.

-¿Qué sucede? – pregunté
-Sólo hay una manera de saberlo
-No puedo. Tengo miedo a las alturas. Además, Cande está esperando

Sólo que esa altura ya no me asustaba. De una manera absurda, estar con Peter me hacía sentir segura.

-Sí subes y te quedas sin gritar durante todo el viaje, le diré al entrenador que nos cambie de asiento
-Ya lo intenté, no quiere
-Puede que sea más convincente que tú
-Yo no grito – dije

Desafiándolo, me puse en la cola del juego.

-No te había visto antes por aquí – dijo Peter
-¿Vienes mucho aquí?
-Tengo una historia con este lugar
-Déjame adivinar – dije – jugaste hockey aquí antes de ir al colegio el año pasado – dije, sarcásticamente
-Responder eso significaría una luz en mi pasado. Y prefiero mantenerlo en la oscuridad
-¿Por qué? ¿Qué hay de malo con tu pasado?
-No creo que ahora sea un buen momento para hablar de ello. Mi pasado puede que te asuste

Se acercó y nuestros brazos se tocaron. Aquello produjo una conexión que hizo que mis vellos se ericen.

-Las cosas que tengo que confesar no son la clase de cosas que le cuentas a tu compañera de biología – dijo

Hubo un silencio en el que nos dedicamos a seguir avanzando, antes de que nos toque subir a los carros o vagones. Peter escogió al fondo, siendo los últimos de toda la fila en la montaña rusa.

-Tu pasado no me asustará – dije, poniéndome el cinturón

Los carros empezaron a moverse hacia adelante, empezando a subir una cuesta.

-Te ves pálida – me dijo

No dije nada, a pesar que me estaba mareando. En la punta de la montaña, hubo un momento de duda. Podía ver a millas de distancia, la ciudad en completa oscuridad, y un par de luces que la iluminaban. Sin querer, miré a Peter; tenía que aceptar que estaba feliz de tenerlo a mi lado, sino me desmayaría. Él lanzó una sonrisa.

-¿Asustada, Ángel?

Me agarré con fuerza de la baranda del frente antes de que caigamos hacia abajo con fuerza. Empezamos a ir hacia la izquierda, luego a la derecha. Dentro de mí, sentía mis órganos subir y bajar con el viaje. Miré hacia abajo, intentando concentrarme en algo que no se moviera. Fue ahí cuando me di cuenta que mi cinturón se había soltado.

Intenté gritarle a Peter, pero mi voz se había ido. Sentí un vacío en el estómago y solté una mano de la barra, intentando asegurar el cinturón con la otra. El carro volteó a la izquierda y me golpeé contra Peter, chocándome con él tan fuerte que me dolió. Luego fue muy tarde. El auto dobló a la derecha y sentí el pánico recorrer mi cuerpo. Mi hombro izquierdo chocó contra la puerta y ésta se abrió. Salí disparada del auto mientras el juego seguía en movimiento. Caí entre la pista del juego e intenté sostenerme de algún palo de metal. Pero mis manos no encontraron nada y empecé a caer hacia el suelo. Abrí mi boca para gritar.

Pero, lo siguiente que supe, es que el juego se detuvo. Mis brazos dolían por lo fuerte que Peter me había sostenido.

-A eso sí que le llamo un grito – dijo, sonriéndome

Mareada, vi cómo se ponía una mano en su oreja, como si aún le doliese. Sin entender nada de lo que había pasado, miré el cinturón de seguridad. Estaba completamente seguro por encima de mi cintura.

-Mi cinturón… - empecé a decir – pensé…
-¿Pensaste qué? – preguntó Peter
-Pensé…qué me había salido del carro. Literalmente pensé que…iba a morir
-Creo que ese es el punto

Mis brazos temblaban al igual que mis piernas y cuerpo.

-¿Adivina qué? Seguiremos siendo compañeros – bromeó Peter y sentí la victoria en su voz
-El Arcángel – murmuré
-Significa un ángel de alta jerarquía – noté la burla en su voz – mientras más alto estés, más fuerte la caída

Empecé a abrir mi boca, intentando comprender cómo es que en un momento había estado a punto de morir y un segundo después, estaba completamente segura en el carro. Pero, preferí guardar aquellos pensamientos.

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