viernes, 16 de marzo de 2012

Dejando Paradise: Cuatro

Lali

- Lali, mira lo que te compré – mi madre está de pie en la puerta de mi habitación, en plena tarde, sosteniendo un par de pantalones de color rosado y una campera con cierre – la señorita de la tienda me dijo que todas las adolescentes la están utilizando y es muy moderno

Tomo la ropa en mis manos. La tela es suave y nada que ver con mis otras prendas.

- Ma, esto te debe de haber costado más de cien dólares. Está lindo, pero no tenemos dinero
- No te preocupes por ello. Es bastante moderno y tenía dinero extra en este mes. Además, el colegio empieza el lunes y he querido que uses algo moderno, genial, lo que sea. Pruébatelo

Hace un pequeño baile, emocionada, mientras espera a que me lo pruebe. Pero, yo solo quiero que se vaya al trabajo para poder llamar a Cande y decirle que no voy a ir a la fiesta.

- Ma, ya son las siete y treinta. ¿No crees que el señor Carlos se molestará si llegas media hora más tarde? – sonríe
- Mi amor, estoy esperando que Cande pase por ti – siento mi estómago en mis pies
- ¿Por qué?
- Porque me haría muy feliz verte saliendo y divirtiéndote – siento la presión llenar mi cuerpo. Me coloco la ropa y mi madre ya está radiando de alegría – Ay, mi amor, te ves hermosa. El rosado combina perfecto con tu color de piel

Tengo que admitirlo, la ropa está hermosa. Pero yo no. Aunque los pantalones esconden mis cicatrices, no hay cantidad de dinero que esconda mi cojera. Después que mi madre me ayuda a cepillarme el cabello y me aconseja que maquillaje ponerme, me encuentro esperando a Cande en la puerta.

- Si tienes algún problema, he escrito algunos teléfonos de emergencia – me extiende su celular y un pedazo de papel – el primero es el número del restaurante, el segundo de la tía Esperanza, el tercero de tu doctor, y el cuarto de la ambulancia – me trata como si mi mente estuviera hecha trizas como mi rodilla
- Ma…¿la ambulancia? Ese número es básico, desde la primaria
- Las personas se olvidan los números todo el tiempo cuando están bajo estrés, Lali
- Estaré bien – le aseguro, aunque no estoy del todo segura
- Lo sé. Solo quiero que estés feliz. Y, a salvo. Pero si te lastimas la pierna o quieres regresar temprano a casa, dejaré el trabajo e iré por ti – luego, me doy cuenta. Porque me está tratando como si fuera una bebé recién nacida - ¿Sabes que Peter regresa hoy, verdad? Alguien lo mencionó en la cena de ayer – gruño
- Mamaaaaaa
- Mi amor, no pienses en ello. Solo mira hacia otro lado y pretende que los Lanzani no existen – no respondo, justo un auto se estaciona, es Cande – anda. Y, llama cuando llegues ahí así sé que estás a salvo, incluso si piensas que estoy siendo muy sobreprotectora o poco genial

Camino hacia la puerta, intentando contar los días en mi cabeza hasta que me vaya a España. Creo que son ciento y ocho días, obviamente no tan pronto.

- Lindo vestuario – me dice mi prima cuando llego a su auto
- Gracias – paso mis dedos sobre los suaves pantalones una vez más

Y, esa es toda nuestra conversación hasta que Cande estaciona en la pista y caminamos hacia la casa de Pablo Martínez.

- ¿Qué pasa? – pregunta Cande – estás cojeando más de lo normal. Pensé que tu pierna estaba bien
- Estaba…lo está

Empiezo a escuchar la música que sale por las ventanas de la casa y tomo un gran respiro. Habrá baile. El baile involucra moverse alrededor y golpearme con gente. ¿Qué pasa si me caigo? O peor, ¿qué pasa si no me puedo levantar y la gente empieza a reírse? Cuando estamos al frente de la casa, estoy lista para regresar a la mía y esconderme en mi habitación hasta que me vaya a España. Pero, Cande abre la puerta antes que pueda retractarme.

Mientras entramos al vestíbulo, estoy hipersensible y al tanto de todos los ojos, que están enfocados en mí. Un escalofrío recorre mi espalda. ¿Mi cojera está tan mal? No me gusta que todos me miren.

- Hola chicos, Lali Espósito ha vuelto de la muerte! – grita un chico del equipo de fútbol
- He escuchado que Peter Lanzani también ha vuelto – dice otro
- Eso es lo que escuché – digo – no es problema alguno – estoy sorprendida, he sido capaz de decir aquellas palabras
- Pero él casi te mata – alguien más dice. No sé quién lo dijo, la gente ya se puso borrosa
- Fue hace un año, ya lo superé – Dios, ser valiente no es tan fácil como parece. Especialmente cuando tu corazón está latiendo más rápido que el ritmo de la música
- ¿Cómo puedes estarlo? ¿No estuviste en silla de ruedas como por, cuatro meses? – ciento y veintitrés días para ser exactos
- Supongo
- Gente, denle sitio para respirar

Me dirijo hacia la voz. Es Belén, la ex de Peter. Solíamos estar en los mismos círculos de amigos, pero nunca fuimos muy unidas. Ella me hace acordar a una muñeca de plástico, falsa. Para mi sorpresa, ella me sostiene del brazo y me saca hacia el jardín trasero. Con mi cojera es difícil estar a su mismo paso, pero ella parece no notarlo. O importarle.

- ¿Lo has visto? – me pregunta en un susurro

Por un segundo estoy confundida. Belén es popular, alguien que nadie puede ignorar. Pero, yo no soy igual, ¿verdad?

- ¿Lo has visto? – me pregunta
- ¿A quién? – está molesta
- Peter
- No
- Pero él vive justo en frente de ti – dice, casi desesperadamente
- ¿Y? – Belén me mira con odio, pero no le da tiempo a decir nada porque Pablo se asoma por la puerta
- Belu, ¿Qué estás haciendo ahí afuera? Ven adentro y sálvame de jugar “botella borracha” - Belén me mira a mí, luego a Pablo
- Ya voy – dice, antes de ingresar

Me quedo sola, afuera. Estoy bien estando sola. Estar sola es cómodo, es silencioso y no demanda el estar feliz o satisfecha por….hacer cualquier pregunta. Intento no pensar como era antes, cuando no estaba sola, cuando era parte integral de las escenas sociales. Cuando Belén y yo no éramos enemigos o amigas, pero salíamos con las mismas personas.

Me siento en una silla de la piscina. Unos minutos después, la fiesta se ha multiplicado en personas, y estas empiezan a congregarse y a bailar en el patio. Sigo sola, pero cerca a la gente. Paula está con Diego, un chico mayor. Las manos de él están encima de ella, mientras bailan muy cerca, una canción lenta. María y Cande están en una esquina, chismeando y riendo. Después de un rato, algunos chicos las empujan hacia el patio y bailan con ellas. Yo, abro mi cartera y miro hacia los números de emergencia que me dio mi madre, luego vuelvo a cerrar la cartera. Seguramente, el convertirse en una marginada, cuando antes eras popular, no es considerado una emergencia, ¿verdad?

Pablo y Belén empiezan su baile público luego de haberse puesto sus ropas de baño. Todos se sitúan alrededor, incitándolos a saltar hacia la piscina. Belén ama la atención, está acostumbrada. Su familia es dueña de la parcela más grande de tierra en Paradise, desde hace doscientos años. Su padre ha estado en la política, y su abuelo también. Algunas chicas han nacido para tenerlo todo.

- ¿Trajiste tu ropa de baño? – se acerca María hacia mí – Cande y yo nos vamos a cambiar en la habitación de Pablo – si me pongo una, se verán todas mis cicatrices, pienso
- Mi doctor dice que todavía no puedo nadar – miento
- Oh, lo siento. No sabía
- No hay problema – digo, sacando mi celular

Mientras María y Cande corren hacia las escaleras, yo ingreso a la casa y marco el número del trabajo de mi madre.

- Restaurante de la Tía Esperanza. ¿En qué puedo ayudarte?
- Hola, ma. Soy yo
- ¿Estás bien? – pregunta
- Sí. Solo estoy un poco acalorada

Mientras hablo, salgo de la casa de Pablo y empiezo a caminar por la pista. No sé a dónde estoy yendo. Algún lugar privado…tranquilo…dónde no tenga que pensar sobre lo que me estoy perdiendo. Un lugar dónde pueda cerrar mis ojos y enfocarme en mi futuro. Un futuro sin Paradise.

- Ves…y, estabas preocupadas que no ingresarías al grupo. ¿No te sientes tonta ahora? – dice mi madre, y puedo intuir que está sonriendo
- Absolutamente

¿La verdad? Me siento absolutamente idiota al tener que mentirle a mi madre

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