viernes, 23 de marzo de 2012

Dejando Paradise: Quince

Peter


Ignórame, y yo haré lo mismo. Lali, como cualquier otra chica en mi vida, está tratando de controlarme. Estoy harto de juegos, de sentirme como un imbécil. Y, sobre todo, estoy cansado de que las personas me traten como un extraño porque estuve en la cárcel.

Sé que ella me está mirando, puedo sentir sus ojos en mi espalda como pequeños pinchazos de alfiler que me golpean. La acuso, totalmente frustrado y, me volteo a mirarla. Ella está sentada en el suelo, usando un overol.

- Yo….yo no te estaba mirando – tartamudea
- Claro que sí – abro mis brazos – si quieres burlarte del ex convicto, lo lograste. Solo respóndeme una cosa. ¿Te gusta cuando las personas se te quedan mirando cuando cojeas por la calle, como si te fueras a caer?

Lali cubre su nariz y boca con su mano y corre hacia la casa. Puta madre. Mi dedo está temblando, mi cabeza rebota, y acabo de insultar a una chica – a la que atropellé. Debería irme al infierno ahora mismo; la señora Julia no tiene idea de lo que sucede, porque está roncando en la silla. Dejo el martillo y corro hacia la casa, en busca de Lali. Escucho sollozos que provienen de la cocina; Lali está de pie en el mostrador, sacando los vegetales del refrigerador. Ella saca una tabla y empieza a cortar los vegetales.

- Lo siento – digo – no debí decir eso
- Está bien
- Obviamente no está bien, sino, no estarías llorando
- No estoy llorando
- Hay lágrimas corriendo por tu mejilla – ella sostiene una cebolla y me la enseña
- Lloro cuando corto cebollas – convierto mis manos en puños porque no puedo lograr que se enfade y me grite; esta vez me lo merezco
- Dime algo – ella sigue con la cebolla – está bien – digo, y la dejo

Si quiere vivir en silencio, es su elección. Yo regreso al patio, a continuar con el mirador. Lali abandonó su puesto; no ha salido desde que yo lo hice. A las siete, le informo a la señora Julia – que ya se despertó – que ya me voy, y me acerco a la parada del bus.

- ¿Qué haces por este pueblo, niño rico?

Jaime, un chico de uno de los colegios que compite con el mío, aparece en su auto, con otros amigos. Se detiene a mi lado, mientras yo espero el bus.

- No es de tu incumbencia – digo. Jaime se ríe
- ¿Tus amigos de la cárcel te enseñaron a ponerte de pie en una esquina y pasarte por idiota? ¿O es que, eres el nuevo prostituto del colegio? – los chicos ríen y Jaime se baja del auto, acercándose - ¿ella es tu nueva novia?

Volteo y veo a Lali, ella está a pocos metros, cojeando hacia nosotros

- Lali, regresa a la casa – le advierto. He visto muchas peleas y sé que Jaime está buscando una – esto es entre tú y yo – le digo a Jaime, mirándolo a los ojos – déjala fuera de esto – él se ríe
- Mírenla chicos. Peter, de verdad que te has lucido con ella. ¿Te excitas cuando ella cojea como una retardada?

Suelto mi mochila y lo agarro por el cuello. Ambos caemos al suelo, pero uno de sus amigos me agarra por detrás y amarra mis manos con las suyas. Antes que pueda liberarme, Jaime me golpea en el mentón y en las costillas. Y, antes que pueda entender lo que está sucediendo, Lali está en mitad de los dos, golpeando a Jaime con su mochila. Entre todo el alboroto, logro liberarme y empujo al chico que me había estado agarrando, luego sostengo a Lali y actúo como un escudo antes que la maten.

- Corre – le ordeno, mientras ataco a uno de los chicos

Empiezo una pelea de tres a uno. La cosa no se ve tan buena, pero hago el intento de mantenerme protegido y golpearlos. Pero, todo se congela cuando escuchamos las sirenas de un policía en camino. El oficial baja del auto y nos ordena recostarnos en el piso, con nuestras manos en la cabeza.

- ¿Qué está pasando aquí chicos? – no veo a Lali
- Nada – dice Jaime – solo estábamos jugando, ¿verdad, Peter? – lo miro directamente a los ojos
- Sí
- No me parece que haya sido “nada” – dice el oficial – a ver, sus credenciales

Desde que me quitaron mi licencia de conducir, solo tengo mi carné de identidad de la cárcel juvenil. Pero, no quiero entregarla porque seguro llaman a Nicolás y seré encerrado de nuevo.

- No tengo – digo
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- Visitando un amigo – el policía pone sus manos en la cintura
- Déjame darte un consejo. No nos llevamos bien con los extraños que vienen a nuestro pueblo y causan problemas – se dirige a Jaime – les sugiero que visiten a su amigo en otro lado o voy a tener que involucrar a sus padres. ¿Lo entiendes?
- Lo entiendo – dice Jaime

El oficial regresa con su equipo al auto y ordena a Jaime y sus amigos a hacer lo mismo. Los observo hasta que los dos autos están fuera de vista. Cuando empiezo a buscar mi mochila, me doy cuenta que ya no está. Uno de los amigos de Jaime probablemente se la llevó. Pero, esa es la menor de mis preocupaciones.

Mi mentón empieza a doler y cuando me lo toco, siento la sangre correr. De pronto, Lali aparece. Nuestras miradas se encuentran. Finalmente llega el bus y ambos ingresamos. Yo me siento en mi lugar de siempre, en la parte de atrás, y ella me sigue, sentándose a mi derecha. Me sorprendo hasta que noto sus dedos temblar. Ella está asustada.

Es demente y extraño después de todo lo que ha pasado, pero ella se siente a salvo conmigo. No me atrevo a tocarla, porque eso significaría más de lo que es. Y yo sé….sé que este sentimiento de amistad es temporal. Lo que me asusta completamente es que una parte de mi cerebro cree que este acto insignificante de Lali, de sentarse a mi lado, es el primer paso para arreglar todo lo que hice mal en mi vida.

Lo que hace que todo sea más significante.

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