miércoles, 14 de marzo de 2012

Dejando Paradise: Dos

Lali

Creo que a los terapeutas físicos les gusta mucho su trabajo. Digo, ¿Por qué siempre están felices y sonrientes mientras te hacen sudar y aguantar dolor? Más que seguro que Roberto, mi terapeuta físico, está esperándome con una sonrisa enorme, con sus dientes blancos como en un comercial de pasta dental.

- Hola Lali – me llamo Mariana, pero las personas que me tienen cariño o son cercanas a mí me llaman Lali - ¿Estás lista para poner a trabajar tu pierna? – no realmente, pienso
- Supongo – digo, mirando hacia el suelo

Sé que el trabajo de Roberto es intentar y lograr que yo camine mejor. Pero no hay forma que yo camine bien cuando mi pierna está hecha trizas por dentro. En la última cirugía me tuvieron que arreglar una fractura que tenía en la tibia, y eso duró casi once horas. Mi cirujano ortopédico siempre me bromea y me dice que es mi pierna biónica.

Roberto me escolta dentro de la sala de terapia física. Tengo que venir aquí dos veces a la semana; es casi un año que estoy viniendo y la gente aún se queda mirándome cuando camino.

Lali, recuéstate y pon tu pie en mi hombro – son las instrucciones de Roberto. Suspirando, me recuesto en la colchoneta y hago lo que me dice – haz presión – pero, después del accidente, solo puedo empujar como un bebé – vamos, Lali. Puedes hacer algo mejor que eso – cubro mis ojos con mi brazo

- Nunca va a ser mejor que esto
- Claro que lo será. Mira, tú nunca creíste que serías capaz de volver a caminar; y, aquí estás – pongo mayor presión en mi pie
- Muy bien. Ahora, califica del uno al diez, tu nivel de dolor en estos instantes
- Ocho
- ¿Un ocho? – puede que sea hasta un nueve, pienso – si trabajas duro, las consecuencias gratificantes vendrán después – no respondo, pero sigo poniendo presión en mi pie. Él se inclina y lo baja. Por fin, se acabó – genial. Ahora mantén tus piernas derechas y alternativamente empieza a doblar una a la vez

Empiezo por mi pierna derecha. El accidente no la malogró mucho y las cicatrices ya se han curado (la mayoría). Pero, cuando tengo que doblar mi pierna izquierda, siento como si tuviera un peso encima. La doblo apenas. El sólo intentarlo me hace sudar como si hubiese corrido una maratón. La palabra patética realmente resume mi vida a los diecisiete años.

- Un poco más – dice Roberto cuando estoy a punto de bajarla - ¿Cuál es tu nivel de dolor del uno al diez? – antes que pueda decir nueve, suena su celular. Y suena. Y suena
- ¿No vas a contestar? – pregunto
- No mientras tenga un cliente. Sigue doblando las piernas, Lali
- Tal vez es importante – digo con esperanza
- Si lo es, dejarán un mensaje. El Doctor me comentó que nos dejarás en Enero – me dice mientras yo alterno las piernas
- Sip. Tengo una beca para ir a España por un semestre. Tuve que pedir que me extiendan la fecha – él silba
- ¿España, eh? Eres una chica con suerte

¿Con suerte? No soy suertuda. Las personas con suerte no son atropelladas por un auto y tienen que pasar por una terapia física dolorosa. No tienen padres divorciados y un papá que ven una vez al año. Las personas con suerte tienen amigos. Ahora que lo pienso, probablemente soy la persona más desafortunada de todo el universo.

Resisto la tortura por otros veinte minutos. Estoy tan lista para irme, pero sé que no ha terminado. La última cosa que Roberto hace en la terapia física, es masajear mis músculos de la pierna. Me quito mis pantalones de gimnasia y me siento en la mesa de metal, en short.

- ¿La rojez está disminuyendo? – me pregunta Roberto mientras esparce crema medicinal en mi pierna con guantes en sus manos
- No lo sé – digo – no me gusta mirar

De hecho, miro donde sea menos en la cicatriz de mi pierna izquierda (lo que mencionaba Roberto). Es horrible, como si un niño de dos años hubiese dibujado líneas rojas con crayola por toda mi pierna. Pero, las marcas no son de un crayón. Son de varias cirugías después que Peter Lanzani me atropelló mientras estaba borracho. Intento olvidarme de él, pero no puedo. Él se ha metido dentro de mi cerebro como si fuera cáncer. Aunque, las pesadillas sobre el accidente ya se detuvieron, gracias a Dios. Aquellas duraron como seis meses. Odio a Peter.

Odio lo que me hizo y estoy feliz de que esté lejos. Intento no pensar dónde está. Si lo pienso mucho, probablemente me sienta culpable. Así que no pienso en ello y sigo con mi vida, ignorando las partes que me derrumban.

- No debería dolerte mientras hago esto – dice Roberto cuando hago una mueca
- No lo hace. Es solo….no me gusta que la gente toque mis cicatrices. Ni siquiera puedo hacerlo yo misma sin que se me revuelva el estómago – Roberto examina mi pierna
- La rojez profunda se irá pronto. Dale un par de meses más

Finalmente Roberto termina. Después de la terapia, fui al restaurante de mi tía Esperanza, dónde mi madre trabaja. Sé que no es glamorosa, pero ella tenía que encontrar un trabajo cuando mi papá nos dejó hace dos años. Su jefe, el señor Carlos, es bastante bueno y siempre le dio tiempo para irme a visitar cuando estuve en el hospital. No somos ricos, pero por lo menos tenemos una casa y la comida de mi tía Esperanza.

Me siento en una mesa y mi mamá entra a la cocina para traerme la cena. Estoy a punto de leer un libro cuando veo a María, Paula, y a mi prima Cande entrar en el restaurante. Dios, se ven tan….perfectas. Yo era amiga de María y Paula. Rocío Lanzani y yo, parábamos con ella todo el tiempo. Las cuatro de nosotras estábamos en el equipo de tenis de la secundaria y éramos inseparables desde que teníamos nueve años. Candela era la extraña, la no atlética. Me acuerdo de mamá diciéndome que vaya con mi prima a las salidas con mis amigas.

El accidente volteó a la ciudad de Paradise de pies a cabeza. Cuando Peter me atropelló, él no sólo destruyó mi pierna, también mi amista con su hermana gemela, Rochi, y la amistad de mi madre con la suya. Ahora hay una reja invisible entre mi casa y la de los Lanzani; cuando antes estaba completamente abierta.

Al principio, yo no tenía mucho tiempo para extrañar a Rochi; en el hospital, mi celular sonaba constantemente. Mi madre siempre estaba ocupada respondiendo a las llamadas y exigiéndome que las corte así podía concentrarme en mi recuperación. Pero, mientras pasaban los meses, las llamadas se detuvieron. Todos continuaron con sus vidas, mientras yo me recuperaba en casa.

Cande tenía la costumbre de venir y darme las actualizaciones o chismes del colegio. Ahora ella es bien amiga de María y Paula, lo que es totalmente extraño porque antes del accidente, ellas ni se miraban. Nunca le pregunté a mi prima sobre Rochi…y Cande nunca me dio ninguna información. El hermano de Rochi fue a la cárcel porque mi culpa. Estoy segura que ella me odia por eso. Literalmente, de ser mejores amigas, nos convertimos en completas extrañas.

Cada vez que pienso que debo regresar al colegio el lunes, mi estómago empieza a darme vueltas. Me han estado dando clases particulares en casa todo el último año por la infección de mi pierna que sucedió luego de la primera cirugía. No sé qué será peor; el salir de la casa o ir al colegio y enfrentarme con toda la gente. ¿Qué pasa si me encuentro con Rochi? ¿Qué debo decir?

Mi prima y antiguas amigas están de pie en la recepción, esperando a que les asignen una mesa. En tiempos como este, desearía que mi madre no trabaje como mesera. Me molesta que tenga que servir a ellas, hace que me den ganas de esconderme bajo la mesa. Mamá sale de la cocina y trae mi cena. Observo con agonía mientras se acerca donde María, Paula y Cande. Sus ojos se iluminan.

- Hola chicas! – mueve su mano en mi dirección, para llamar mi atención – mira Lali, son tus amigas y tu prima! – ellas sonríen falsamente. Saludo apenas con la mano y bajo mi mirada - ¿Por qué no se sientan con Lali? Ella está sola

¿Por qué no les dice que ahora soy una perdedora? Tal vez debería tatuarme la letra “P” en mi frente. Las chicas, incluida mi prima, sólo se miran entre ellas.

- Claro - ¿Por qué pretender ser amigas si son falsas? No vale la pena
- Hola – digo cuando mi madre las guía hacia mi mesa y coloca mi plato favorito en frente de mí

Las chicas piden su orden. Ensaladas para ellas. ¿Desde cuando mi prima está a dieta? Ella que siempre comía pizza, gaseosa y todo tipo de grasa. Me he perdido por completo. Estaba muriendo de hambre, pero ahora ya no puedo comer. Paula saca un espejo de su cartera.

- Me lo prestas cuando termines – dice Cande. Cuando tiene el espejo, intenta ver su cabello
- ¿Qué haces? – pregunta María
- Creo que necesito un corte de pelo, antes de mañana – María se ríe
- Chicas, no se vuelvan locas. Es una fiesta, no una ceremonia presidencial
- ¿Qué fiesta? – pregunto, y después solo me quiero morir por haber preguntado.

Obviamente no fui invitada. Y no quiero ir, tampoco. Pero ahora, parece que si quiero. Las chicas se miran, no me quieren contar. ¿Ugh, por qué pregunté?

- Una fiesta “de regreso a clases” – dice María – en la casa de Pablo Martínez – no me vas a creer, pero mi madre justo regresa con un pedazo largo de torta para mí y con las tres coca colas de dieta
- Ay! Una fiesta! ¿Cuándo? A Lali le encantaría ir a la fiesta, ¿no, mi amor? – en lugar de responder, me meto comida a la boca. Paula me mira como si estuviera a punto de vomitar
- Eh, puedes venir si quieres, Lali – dice mi prima

Fue definitivamente una invitación de lástima, cualquiera se daría cuenta menos la mesera del restaurante de mi tía. No voy a ir a la fiesta. Sólo que no sé cómo voy a decírselo a mi madre. Me tomo mi tiempo en masticar; y, mientras paso la comida, me doy cuenta que todas están esperando mi respuesta.

La mirada esperanzada de mi madre me dice lo apenada que se siente por mí. Cómo si a mí me importara no ser más amigas de ellas. A mi madre si le importa. Ella tiene que lidiar con los pagos de mi medicina que el seguro no cubre. Mis padres están divorciados y odio sentirme como una carga para ella. La culpabilidad me llena.

- Claro, suena divertido – mi madre suelta la respiración aliviada y las chicas se hunden en sus sillas
- ¿Puedes recogerla? – le pregunta mi madre a mi prima
- Claro, Tía Claudia – responde la aludida
- ¿A qué hora?
- Supongo que a las ocho
- Geniall!! – dice mi madre, cómo si yo fuera todavía una niña

¿Cómo voy a salir de esto sin que mi madre se entere? No hay forma que vaya a esa fiesta y permitir que todo el mundo me mire. Cuando mi madre nos deja solas para traer las ensaladas, Paula me mira, sonriendo.

- ¿Sabes la gran noticia? – niego – Peter Lanzani va a ser liberado mañana de la cárcel

¿Qué?

- El señor Carlos llamó a mi madre hoy día y le contó – cuenta María – lo sacaron antes. Me pregunto si le permitirán regresar al colegio

¿Salió antes? Se supone que debería haberse quedado ahí por lo menos seis meses más. Yo tenía el plan perfecto de dejar España antes que él vuelva. Un profundo dolor en mi pecho se posiciona cuando respiro, y mis dedos empiezan a temblar. Estoy teniendo un pequeño ataque de pánico., pero intento que nadie se dé cuenta.

- ¿Lali, estás bien? – me pregunta Cande cuando aparto la torta lejos de mí

No, definitivamente no estoy bien

1 comentario:

  1. Nueva lectora... te sigo desde el foro je!! Me encanta esta nove, la voy a publicitar!! Besos
    @vale_cadenas

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