domingo, 18 de marzo de 2012

Dejando Paradise: Ocho

Peter

El director está sentado al frente de mí, observándome dar los exámenes. Nunca debí de haber regresado al colegio. Fui a clases en la cárcel; era parte del programa juvenil. Los exámenes no son el problema. Es la manera en que el director me mira cómo si nunca hubiese visto a un ex convicto. La atención innecesaria me está volviendo loco.

- ¿Ya terminaste? – me pregunta el director

Me falta un problema más de álgebra, pero con él mirándome tan cerca es imposible de concentrarme. Intentando no malograrlo, estoy dando lo mejor de mí para poder contestar la pregunta. Me toma cinco minutos más de lo que debería, pero finalmente estoy listo para el siguiente examen.

- Anda a almorzar, Lanzani – ordena el director después de darle el examen

¿Almorzar? ¿En la cafetería, con la mitad de los estudiantes? No hay forma.

- No tengo hambre
- Debes comer. Alimenta ese cerebro

¿A qué se refiere con eso? Deja de ser tan paranoico, me digo a mí mismo. Es uno de los efectos de estar en la cárcel. Siempre analizas las palabras y las expresiones de los demás como si estuviesen jugando contigo. Me pongo de pie, cerca de la puerta del director, hay como cuatrocientos estudiantes esperando poder ver algo del chico que fue a la cárcel.

- Anda – me urge el director – tienes tres exámenes más, así que mueve esos pies. Regresa en veinte y cinco minutos

Pongo mi mano sudada en la manija de la puerta, y respiro hondamente. En el pasillo, no pierdo tiempo y me dirijo hacia la cafetería. Una vez adentro, ignoro a todos lo que miran. Café, necesito café negro para ganar energías. Eso calmará mis nervios y me mantendrá despierto el resto de la tarde. Escaneando el lugar, me acuerdo que no hay café disponible para estudiantes.

Noto a mi hermana sentada sola. Ella solía sentarse con Lali y sus demás amigas, riendo y coqueteando con mis amigos. Eso es lo que apesta de tener una gemela del sexo opuesto. Fue suficientemente malo cuando mi hermana empezó a enamorarse de mis amigos y quería hablar con ellos cuando venían a casa. Ella se ponía maquillaje y actuaba coqueta y sonriente. Peor fue cuando me enteré que la cosa cambió y mis amigos querían meterse dentro de los pantalones de ella. Pasé mucho tiempo amenazando a mis propios amigos que si la tocaban les rompería las pelotas. Siempre me he asegurado que mi hermana esté protegida, su reputación así cómo su estatus social.

Un año ha pasado. Dios, cómo han cambiado las cosas. Nadie mira en dirección a Rochi.

- Hey – digo, sentándome a su lado. Rochi enreda el espagueti en su tenedor
- Escuché sobre los exámenes – dice y yo río cínicamente
- Mi cerebro ya está frito y todavía tengo que dar tres más
- ¿Crees que has pasado? – me encojo de hombros
- No lo sé
- Y, ¿qué pasa si desapruebas?

No quiero pensar en ello, así que ignoro su pregunta. Cuando observo hacia la entrada de la cafetería, Belén entra. ¿Ella es mi ex, o nos hemos tomado un tiempo por mi ausencia? La respuesta recae en la reacción de ella hacia mí. Pero, todavía no me ve. Bien. No estoy preparado para hablarle en frente de todo el colegio.

- Me tengo que ir

Y, me escapo por la otra puerta de la cafetería. Dios, Belén se veía tan sexy. Su cabello está cortado diferente a lo que recuerdo, su blusa un poco más ajustada. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Se lanzará a mis brazos o se hará la loca? La extraño.

Regreso a la oficina y termino los exámenes. Me cuesta un poco más porque no comí y a ratos se me nublaba la vista; pero pude hacerlo. Salgo corriendo del colegio para agarrar el bus que me regresa a casa. Apenas llega el bus, Pablo Martínez está de pie en frente de mí, con su mano en mi pecho, deteniéndome.

- Peter, amigo. Te he estado buscando por todos lados

Pablo y yo hemos sido mejores amigos desde que tengo uso de razón. No hemos hablado por casi un año. Le dije que no me visite en la cárcel, así que no sé si seguimos siendo amigos. Pero ahora no es momento de averiguarlo. Nicolás, él que me tiene que controlar las horas de servicio, me está esperando y debo llegar temprano para poder hacer mi servicio comunitario. No puedo llegar tarde, mi libertad depende de ello.

- ¿Qué hay Pablo? – digo rápido, luego miro detrás de él, mientras el bus empieza a salir. Mierda
- Ya sabes. Nada…y todo. ¿Qué hay contigo?
- Oh, ya sabes. Intentando vivir sin bares y alcohol en mi habitación – hay una pausa
- ¿Es una broma, verdad?
- Claro – no realmente

Él se ríe, pero no hay algo más detrás de aquello. ¿Nervios? ¿Qué razón tiene él para estar nervioso? Él me conoce más que mi propia madre. Achino los ojos hacia mi amigo que ha sido mi confidente desde siempre.

- ¿Estamos bien? – pregunto.
- Sí, estamos bien – pero, siento una vacilación en su respuesta

El bus empieza a voltear en la esquina

- Me tengo que ir
- ¿Necesitas que te lleve? Mi padre ha conseguido un nuevo auto y me dio este – dice Pablo, enseñando las llaves de su auto
- No, gracias – porque en la cárcel aprendí a no tener expectativas o depender de los otros
- Escucha, siento no haberte escrito nunca. Estaban pasando cosas locas y tú me dijiste que no te visite…
- No te preocupes. Ya pasó
- Igual quisiera hablar de ello
- Dije que se terminó. En serio tengo que irme – digo antes de caminar hacia el bus

La última cosa que necesito es a mi mejor amigo actuando más extraño que mi madre. Ya tengo suficiente por ahora, como Nicolás que seguro va a echarme fuego cuando escuche que estoy tarde para mi primer día de servicio comunitario.

Lali

Y, por fin me llega una carta de España. Esta es mi oportunidad para alejarme de Peter y Paradise. Tiempo para olvidar el accidente y tener mi independencia y comenzar una nueva vida. Abro la carta, sacando la letra de adentro. Sonrío ampliamente mientras leo. Pero, la sonrisa dura poco cuando aquellas palabras que jamás pensé leer están impresas.

Nos sentimos apenados al informarle que su beca ha sido descartada. Pero, aún puede formar parte del programa pagando el costo del semestre, del alojamiento y demás gastos respectivos.

- No puedo ir – susurro

No hay forma que mi madre me pague lo que cuesta. Cierro los ojos. Esto no está pasando, pienso. No ahora. Mis manos empiezan a temblar de nuevo. Las siento cuando me cubro los ojos con mis palmas. Cuando mi madre llega a casa luego del trabajo por la tarde, le muestro la carta.

- No entres en pánico – dice, luego de leerla – debe haber alguna forma de arreglarlo
- Ma, es inútil pensar en ello. No tenemos esa cantidad de dinero
- Mi jefe puede que me deje trabajar más tiempo. Veamos…. – sostiene un pedazo de papel y empieza a escribir números
- Ma, olvídalo
- Espera. Sesenta horas a la semana como mínimo, algunas veces setenta…y si trabajo en Acción de Gracias y agrego el extra que me dan por Navidad
- Ma! – ella deja de escribir y me mira
- ¿Qué?
- Deja de escribir, deja de compensar…solo detente

Estoy lo suficientemente deprimida y me pongo peor al ver como ella tiene que sacrificarse para hacerme feliz. Ya veré qué hago. Pero es mi problema, no el suyo. El teléfono suena. Es el señor Carlos, contándole a mi mamá que se olvidó su billetera en el trabajo. Ahora tiene que regresar y recogerla.

- Ven conmigo, Lali
- No quiero
- Vamos. Vi a Irina cocinando unas tortas esta tarde. Las tortas siempre te suben el ánimo

Irina es una de las cocineras del restaurante. A ella le gusta que yo pruebe las tortas antes de ofrecerlas en el menú.

- El lugar está repleto esta noche – le dice mi madre al señor Carlos cuando llegamos

Mi madre se pone a trabajar, para ayudarlos a todos mientras yo me siento e Irina me trae una de sus tortas para probar. Cuando estoy por comer el segundo bocado, una clienta ingresa. Es una señora mayor con cabello gris, pantalones blancos, y una campera turquesa. El señor Carlos la saluda con un beso en su mejilla.

- Ma, ¿por qué no me dijiste que estabas viniendo? – le pregunta a la señora – espera, ¿dónde está Gladys?
- Ayer la despedí. Era una pesada y ya sabes qué más. Además, no necesito alguien que me cuide. Llegué aquí sin su ayuda, ¿verdad?
- Ma, ¿por qué no te llevas bien con ninguna que contrato?
- No necesito ninguna ayuda
- Tienes un problema al corazón
- ¿Quién dice?
- Tu doctor
- ¿Y, qué saben los doctores? Si me visitaras todos los días, sabrías que estoy bien
- Bueno, no se puede discutir contigo. Ven, te daremos algo para comer. Siéntate en una mesa. Espera…sígueme y conoce a la hija de Majo. Lali, ella es mi madre – anuncia el señor Carlos cuando está a mi lado – Ma, ella es Mariana, la hija de Majo. Todos la llaman Lali – sonrío y extiendo mi mano
- Un gusto en conocerla, señora
- No sabía que Majo tenía una hija. ¿Cuántos años tienes, Mariana? – pregunta, ignorando el hecho que todos me llaman Lali
- Diecisiete
- Ella acaba de empezar el colegio, ma. Y se irá a España en enero. ¿Por qué no te sientas con ella mientras te cuenta todo sobre ello? Le diré a Irina que te de algo de comer
- Dile que no lo haga muy saludable – dice antes de sentarse al frente de mí – y, ¿por qué quieres irte de Paradise? – pregunta, como si pudiese leer mi mente
- Porque sí – digo, esperando que deje el tema
- Si no quieres hablar de ello, solo dilo
- No quiero hablar de eso
- Bien. Si no quieres hablar sobre eso, no lo haremos – un silencio – estoy segura que tienes tus razones para no hablar sobre eso. No puedo imaginar cuáles son, pero probablemente el quedarse callada y no decirlo es mejor que hablarlo con alguien que no tiene nada que hacer más que escuchar
- Me rechazaron la beca – suelto de pronto. Ella se ve como molesta
- Bueno, ¿Por qué te harían algo así?
- Apliqué a una beca atlética, pero ya no estoy más en el equipo así que me la han rechazado. Puedo ir, pero ahora tengo que pagar los gastos y no me alcanza – ella asiente y luego respira hondo
- Veo. Bueno, querida, tal vez un día tu suerte cambiará

Sí, claro. Todo lo que necesito es un poco de magia y un hada madrina.

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