domingo, 1 de abril de 2012

Dejando Paradise: Veintisiete

Peter

Me apresuro hacia el auto y le abro la puerta a la señora Julia. Alargo mi mano y la ayudo a salir.

- Se ve muy sexy – le digo y ella me acaricia la mejilla
- Si fuera sesenta años menor, aplicaría contigo – río
- ¿Hizo lo que le dije? – le digo cerca a su oído y ella bufa
- Logré que Mariana diga esa oración ridícula que inventamos

Julia y yo somos compañeros del “crimen” esta noche. El mirador está listo, mi trabajo aquí también. Hice que Julia obligue a Lali a manejar alrededor del pueblo hasta las seis de la tarde. He estado pensando en esta noche por toda una semana. La noche perfecta.

Cuando volteo y miro a Lali, estoy emocionado; y, sin palabras.

- No te sorprendas, Peter. No va con tu rostro – dice Julia

Lali camina hacia mí, su vestido enseñando las curvas con las que he estado soñando.

- El mirador se ve increíble – dice

No puedo dejar de mirarla. Mierda, no puedo quitar mis ojos de encima. Estas dos mujeres son mis salvadoras. Lali se sonroja, luego camina hacia el mirador, junto a Julia.  He colocado una mesa dentro del mirador, completo con tres platos para cenar. Agregué un calentador y un radio portable con música suave que suena de fondo.

Después de traer una silla para Lali, le ofrezco mi mano a la señora Julia.

- ¿Le gustaría bailar, miladi? – ella ríe, pero yo sostengo su mano y la jalo, dándole una vuelta y poniéndola entre mis brazos
- Peter, por favor, soy una señora mayor. ¿Dónde está mi bastón?
- Pensé que a las personas mayores les gustaban los jóvenes – me agrando

Bailo lentamente con ella hasta que la canción termina. La guío hacia su silla.

- Deberías tener cuidado con él, Mariana. Es peligroso – hago una mueca de dolor mientras me inclino para sentarme
- ¿Qué sucede? – pregunta Lali
- Nada – digo, después que todos tenemos nuestros platos. Pero no se lo creen – está bien, está bien, hoy día competí en la selección de boxeo. No es gran cosa
- No sabía que te habías unido al equipo
- Fue una cosa de una sola vez. Creo

Julia alza su cuchara cuando termina la sopa que le serví

- Debes de tener una costilla rota – dice ella
- Estoy seguro que sólo estoy adolorido – digo, intentando convencerla
- No puedo esperar a que los narcisos florezcan – dice Lali, sus ojos brillando. Mis manos tiemblan nerviosas, y no tengo idea de por qué – vas a tener que tomar una foto para mí y mandarla a España

Aún no puedo creer que se vaya. Justo cuando me había enamorado de ella.

- Hablando de España… - Julia le entrega un sobre – disfruta de tu viaje, pero siempre recuerda de dónde vienes – Lali alza un vaso con agua
- ¿Quién puede olvidarse de Paradise?

Chocamos nuestros vasos. Después que comemos, abro las cajas que mandó Irina. Mientras colocaba los pedazos de torta en frente de Lali y Julia, puedo jurar que a ambas les faltaba poco para que se les caiga la baba. Todos cogimos un tenedor y lo clavamos en la torta.

- Este ha sido el día más magnífico de mi vida desde que murió Alberto, que en paz descanse. Gracias a los dos, pero estos huesitos necesitan descansar
- ¿Se encuentra bien? – pregunta Lali. Ambos nos ponemos de pie para ayudarla
- No, ustedes siéntense y disfruten. Sólo necesito descansar un poco

A pesar que Julia se queja, Lali la ayuda a subir las escaleras mientras yo lavo los platos.

- ¿Está bien? – le pregunto a Lali cuando regresa
- Eso creo. Ayer fue al doctor. Él quiere hacerle unos exámenes, pero ella es muy terca y no quiere ir
- ¿Te gustaría bailar?
- No puedo – dice – no con mi pierna…

Tomo su mano en la mía y la guío de nuevo al mirador

- Baila conmigo, Lali – le insisto mientras pongo un brazo alrededor de su espalda y la acerco a mi cuerpo

Bailamos con la música y lentamente ella se relaja en mis brazos.

- Nunca imaginé que sería como esto – dice, recostada en mi pecho

Cuando su pierna le empieza a doler, hago un espacio en el suelo donde ambos nos recostamos, uno al lado del otro.

- ¿Qué es lo que viste en Belén? – pregunta de pronto
- Ella era popular y bonita. Alguien que todos los chicos querían tener. Ella solía mirarme como si fuera el único chico que la podía hacer feliz – ella se sienta – Está bien, ahora sueno como un imbécil – lo era

Se recuesta de nuevo, mi brazo como su almohada. Observamos las velas apagarse una tras otra. Cuando solo queda una, beso sus labios suaves y trazo sus curvas con una de mis manos hasta que se queda sin aliento y débil.

- Déjame ver tus cicatrices – digo cuando ambos estamos jadeando

Coloco mi mano al final de su vestido y lo empiezo a subir. Ella detiene mi mano y regresa el vestido a su lugar.

- No – me ordena
- Confía en mí
- No…no puedo – murmura – no, con mis cicatrices

Sus palabras me chocan como la reja de una celda. Porque, aunque ella piense que me ha perdonado, aunque me haya besado como si fuese su héroe, finalmente me doy cuenta que ella no puede superar su enojo. Y nunca confiará completamente en mí. Me recuesto de nuevo, totalmente frustrado, y me tapo los ojos con mi brazo.

- ¿Esto no va a funcionar, verdad? – digo. Lali se sienta
- Lo estoy intentando – dice, su voz llena de remordimiento

Quiero decirle a Lali que no fui el responsable de hacerle daño a su pierna; pero, no puedo. ¿Y si Rochi tenía razón? No puedo permitir que mi hermana vaya a la cárcel cuando yo ya he pagado por su error. Estoy condenado a vivir con esa culpa toda mi vida.

La noche del accidente, se supone que yo regresaría a Rochi a casa. Pero estaba muy borracho y enojado por las acusaciones de Lali. Quedarme con Belén y asegurarme que no se vaya a casa con ningún otro chico, era más importante que cualquier otra cosa. Mi maldito ego. No tenía ni idea que Rochi me había quitado las llaves hasta que ella regresó a la fiesta, gritando como una lunática sobre un accidente.

El resto, como dicen, es historia.

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